Hablábamos de mafias italianas. La tercera mafia, menos conocida y menos publicitada y no por eso menos poderosa, es la llamada Ndragheta, palabra que viene del griego y significa “hombre valiente”. Su base física, Calabria, se ve desde aquí, desde Sicilia. El estrecho de Mesina, de escasos 3 kilómetros, separa a Calabria de Sicilia y a la vez separa los mares Tirreno y Jónico. La Ndragheta tiene fuertes ramificaciones en Canadá. Y hay una cuarta mafia, también al sur de Italia, en la Puglia, región que visité y que describí aquí en LA PATRIA, en una serie de crónicas, el año pasado. Esta mafia, con sede principal en Bari, la ciudad de San Nicolás, se llama “sacra corona unita”:
Con recuerdos de la mafia nos encontraremos más adelante. Los sicilianos, inteligentemente, utilizan el tema, sobre todo el cinematográfico, para atraer turistas. Regresamos a nuestra base, la coqueta y elegante Taormina, verdadero nido de águilas, levantado en una terraza rocosa unos cientos de metros sobre el mar. Queríamos visitar Isola Bella. Bajamos, Gianna Bresan y yo al embarcadero, acompañados por Iván Gioia y tomamos una barquita que nos fue llevando frente a Giardini di Naxos, que fue la cabecera de playa donde llegaron los griegos ocho siglos antes de Cristo y la llamaron Naxos. Todo el tiempo íbamos mirando el Etna, empenachado con su eterna columna de vapores, cerrando el paisaje contra un cielo profundamente azul, un típico cielo de verano europeo. Algunos barquitos penetran en una cueva cuya entrada cae verticalmente al mar. Frente a la playa que se abre en forma de herradura, hay una islita, llamada apropiadamente Isola Bella. Caminamos por un corredor de arena que la une al continente y que estaba parcialmente inundado por la marea alta.
La isla fue regalada en 1806 por el rey Fernando I de las dos Sicilias al alcalde de Taormina y luego pasó por varias manos. Una de ellas fue la de Lady Florence Travelyan, sobrina de la reina Victoria de Inglaterra.
Algunas puertas de la rica mansión que ocupa la isla están perfectamente camufladas. A primera vista y a segunda y a tercera son muros de piedra; en realidad son puertas. Aquí fueron magníficamente agasajadas por sus dueños, personalidades como Onassis, Vitorio Gasman, Marcelo Mastroiani y María Callas, entre otros. Desde la isla los paisajes hacia la playa, hacia la inmensa pared rocosa sobre la que se encuentra Taormina, y hacia el mar, son espléndidos. Hoy la isla es reserva natural administrada por el gobierno.
Fuimos “víctimas” de una grata invitación, a comer en el más reputado restaurante de comida de mar, que hay en Taormina y su entorno. Ya dijimos en las crónicas de Puglia que las dos diversiones de los italianos son “il calcio” (fútbol) y la buena comida, en la que son
expertos. Fuimos, pues, al pueblo de Santa Teresa de Riva, distante de Taormina 15 kilómetros y para ello debimos descender por la serpenteante carretera ya que el restaurante se encuentra a orilla del mar. Giovani Tono que es el dueño del restaurante y su bella esposa Serene nos invitaban. El restaurante se llama Aloha Mare. Hablo de esta comida porque nunca en mi vida me imaginé que los erizos de mar fueran plato exquisito de alta gastronomía. Y allí, animados con un buen vino italiano, que los hay por cantidades en este país, y con otras delicias de mar, tuvimos una tarde agradable conversando sobre nuestro país porque otro de los invitados, precisamente nuestro anfitrión en Sicilia, Iván Gioia, estaba planeando venir a establecerse en Colombia. En el momento de la publicación de esta crónica Iván, su esposa e hija ya están en Bogotá.
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