Ver el comercial oficial del gobierno Santos exigiendo que ahorremos energía eléctrica so pena de que se nos cobrará el doble, causa indignación, desazón y rabia. ¿Y los billones recogidos a través del cargo por confiabilidad que se suponía eran para prevenir una anunciada crisis, en qué lugar, en qué bolsillo o en qué frente terrorista quedaron? ¿Con qué cara nos pide que ahorremos, que nos restrinjamos, que racionemos o que, de no hacerlo, seremos castigados cuando, a la par, premia a los terroristas que han dinamitado oleoductos y torres de energía causando pérdidas incuantificables? ¡Esto es un descaro!
El gobierno Santos viene derrochando billones en mermelada, les llenó los bolsillos a muchos, cohonestó desfalcos, ferió grandes empresas del Estado, deprimió la economía, les regaló a las Farc comodidades, territorio, tranquilidad, seguridad e impunidad, ¿y ahora nos exige a los colombianos de bien que seamos quienes asumamos los costos? ¡Qué tal!
Pero, no contento con esto, está en ciernes una reforma tributaria que nos gravará más a los contribuyentes; que generará más incertidumbre a la inversión; que subirá impuestos e incrementará tasas; que deprimirá más los ingresos de la clase trabajadora; que causará más empobrecimiento al comerciante, industrial y prestador de servicios. ¿Para qué? Para que asumamos los costos de su debacle, de su derroche, de su irresponsabilidad. Y para costear el posconflicto con el patrimonio de la gente honesta, que terminará en manos de los terroristas que entrarán como reyes a ser parte privilegiada de nuestra sociedad. Un posconflicto pagado por los colombianos que nos regimos por el derecho, mientras los terroristas, que son inmensamente billonarios, no pondrán sino la criminalidad, el terror, la injusticia y harán uso de los beneficios otorgados.
Pero hay un problema adicional: en Colombia parece cundir una ceguera mortal. Para los defensores de Santos y Timochenko no existe crisis económica, ni el Estado es corrupto, ni se han robado las grandes empresas, ni hay fuga de capitales, ni se le está entregando impunemente el país al terrorismo. ¡No! A ellos, que no tienen argumentos de defensa, lo único que se les ocurre es atacar a Uribe y denostar de su gobierno. Ante un reparo sobre las actuaciones de Santos, responden con un montaje, o con un ataque directo, o con una diatriba en contra de Uribe. Y, no contentos con esto, profieren amenazas, denuestos y ataques personales en contra de quienes nos atrevemos a contradecir el poder terrorista y la connivencia del Gobierno con los criminales farianos. Hacen gala de su intolerancia en una actitud que, entiendo, es la manifestación de su impotencia ante la imposibilidad de defender un gobierno que traspasó los límites de la desvergüenza, la pusilanimidad y lo indecoroso.
Yo pregunto: ¿la impopularidad de Santos es una mentira? ¿El desgobierno es una falacia? ¿La retoma terrorista del país es falsa? ¿El rearme y la reconquista fariana de Colombia solo está en mi imaginación? ¡No! Y por eso los argumentos pro Santos y Timochenko se basan solo en lo que hizo o dejó de hacer Uribe. Porque lo único presentable de este Gobierno sería lograr un acuerdo de paz; pero como las condiciones las ponen las Farc, existe un país real que no está dispuesto a doblegarse y que, por el contrario reaccionará ante tal despropósito.
De ahí la importancia de la marcha del 2 de abril. Porque no es una marcha en apoyo de Uribe ni del Centro Democrático, ni de respaldo a un partido político cualquiera. Es una marcha de PROTESTA (con mayúscula) por los desafueros de un Gobierno lleno de corrupción, de incapacidad, de complacencia con el terrorismo, de cobardía ante los enemigos y de entrega institucional. Porque no podemos quedarnos callados mientras los terroristas se apoderan nuevamente de vastas regiones bajo la protección del Estado y las órdenes del Gobierno. Porque cuando la sociedad pierde la capacidad de reacción y se sume en la apatía o la resignación, le está dejando libre el camino al corrupto, al delincuente y al terrorista para que gobierne con total tranquilidad.
Por todo eso yo sí marcho el 2 de abril.
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