Los índices de corrupción en el país son alarmantes. El Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) del 2015 es de 37 puntos sobre 100, siendo 0 el mayor y 100 el menor. Esta medición que anualmente realiza Transparency International Colombia ubica a nuestro país en el puesto 83 entre 186 países. Según declaraciones de Elisabeth Ungar Bleier, directora ejecutiva de Transparencia por Colombia, “la corrupción en Colombia es el mayor riesgo para una paz estable y duradera”. Nos está abrumando la corrupción. Nos está destruyendo como pueblo. Está generando un clima perverso de desconfianza y de malos ejemplos. Es como si quien no aprovechara la situación de beneficiarse ilegalmente, en la escala correspondiente de corrupción, fuera un imbécil.
Es apenas natural encontrar un buen número de conciudadanos que ante los innumerables casos de corrupción en el país se hacen algunas preguntas: ¿Dónde se formaron los corruptos? ¿Qué faltó en su educación? ¿Aprendieron demasiado? ¿Para qué estudiaron? Esto, inevitablemente, me lleva al complejo y discutido asunto de la finalidad de la educación. ¿Para qué educar al hombre? Saber mucho no es estar bien educado. Tener mucha información no es sinónimo de un comportamiento ético. Al respecto, Thomas Cathcart y Daniel Klein, en su libro Platón y un ornitorrinco entran en un bar: entender la filosofía a través de los chistes, nos traen un maravilloso ejemplo:
“Un hombre gana 100.000 dólares en Las Vegas y, como no quiere que lo sepa nadie, se los lleva a casa y los entierra en el patio. Al día siguiente regresa y se encuentra un agujero vacío donde había colocado el dinero. Ve huellas que se dirigen a la casa de al lado donde vive un sordomudo. Decide pedirle a un profesor que vive en la misma calle y conoce el lenguaje de signos que le acompañe a hablar con el vecino. El hombre empuña la pistola y él y el profesor llaman a la puerta del vecino.
Cuando el vecino contesta el hombre agita la pistola ante su cara y le dice al profesor:
4 Dile a este tipo que, si no me devuelve mis cien dólares, le pego un tiro aquí mismo.
El profesor le transmite el mensaje al vecino, quien responde que ha escondido el dinero en su jardín, bajo un cerezo.
El profesor se vuelve hacia el hombre y le dice:
4 Se niega a decirlo, dice que antes muerto”.
Es fácil concluir que el profesor utilizó su conocimiento de lenguaje de señas para el engaño y para lucrarse de un acto de abuso de confianza y de un bien ajeno.
El sistema educativo colombiano enfatiza en el desarrollo de competencias cognitivas, y por eso las pruebas Saber en los diferentes grados y las pruebas Ecaes en la educación superior indagan por los saberes disciplinares en las diversas áreas del conocimiento. Los colegios y las universidades son clasificados con base en los desempeños de sus estudiantes en estas pruebas y la OCDE realiza un ranking de los sistemas educativos del mundo de acuerdo con los desempeños de sus estudiantes en pruebas PISA, que, al igual que las pruebas nacionales, indagan por saberes disciplinares cognitivos. Al juzgar por los contenidos y los requerimientos de estas evaluaciones, poco importa la dimensión ética y la formación axiológica de los estudiantes en Colombia. Los grandes recursos que hoy se invierten en el sistema educativo colombiano se focalizan en los programas “Todos a Aprender” y “Jornada Única” -los cuales hacen un claro énfasis en la formación matemática y de lengua castellana-, y en los programas de bilingüismo, tecnología y Ser Pilo Paga. Pero no se visibilizan esfuerzos importantes en las dimensiones éticas, cívicas y axiológicas. ¿Será que estamos apostando por seres humanos con mucha cognición y poca formación moral? Si el conocimiento no está regulado por la válvula de esta formación, entonces saber mucho, aunque es necesario, nunca será suficiente.
La formación de seres humanos con conocimientos científicos rigurosos debe ser un imperativo del sistema educativo, pero igual cuidado se reclama para su comportamiento personal, familiar, social y profesional, porque el mundo necesita hoy mejores personas, padres responsables, buenos hijos, profesionales idóneos y ciudadanos ejemplares, y en este sentido, el diseño de un sistema educativo no puede alejarse de las demandas sociales, sencillamente por apostarles a los indicadores que lo posicionen ante la comunidad internacional. Las cifras son válidas e importantes, pero el equipaje ético y moral del ser humano es invaluable.
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