Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com


En la vida de cada ser humano puede ser que ocurran situaciones que partan la historia de una familia, de una pareja, de una comunidad. Son esas experiencias, en las cuales, a veces los finales inesperados surgen de manera violenta y dramática sin avisar y sin ninguna preparación.

El mundo y la vida cotidiana como se habían vivido hasta ese momento, cambian abruptamente y las emociones emergen sin control de manera devastadora. Parecen un volcán en erupción o una oscura tormenta o quizás una terrible y angustiante pesadilla, con imágenes desconsoladoras y lamentables, que surgen una y otra vez sin ningún control.

Pueden sobrevenir algunos finales inesperados, por ejemplo, cuando la muerte toca la puerta y vestida de diferentes formas invade, sin atisbo de compasión, a los familiares y personas cercanas. Los dolientes quedan en shock; no existe ninguna explicación que satisfaga a quienes inermes son testigos de su inesperada presencia.

De eso se trata una tragedia, que llega de manera sorpresiva, generando caos, ansiedad, incertidumbre, desazón. Tantos planes y proyectos, tantas ilusiones y esperanzas, tantas palabras no dichas, tantos abrazos que se quedan en el deseo y la nostalgia.

Aceptar los asuntos pendientes en los duelos, no es tarea fácil. Hay muchas cosas que se quedan inconclusas, que quizás otros puedan llegar a terminar o que, simplemente, pasen a formar parte de las anécdotas que cuentan familiares y amigos.

Los finales inesperados, en muchas personas, generan estrés postraumático y, por esto, se hace necesario que los dolientes reciban apoyo profesional. Una de las consecuencias en este tipo de experiencias, es la dificultad para aceptar la pérdida, lo que puede hacer más difícil el proceso de duelo.

Los finales inesperados, como la muerte de Leo, el librero dueño de ‘Leo Libros’ (ser bondadoso y cómplice y por supuesto, partícipe en las lecturas, las anécdotas y las risas), deja algunos asuntos pendientes. Eso en una familia que, además de amor, siente admiración por la manera como asumió su vida. Dejó conversaciones empezadas con los amigos acerca de los libros que en su mesa de noche tenía comenzados, deja -además- una tarea que lo tenía ilusionado y era ejercer el abuelazgo con la calidez, el amor y el humor con los que asumía las acciones de su vida.

Para él estas palabras de Miguel Hernández en el poema Elegía:

-‘..Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado…’.

‘…Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo…’.

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

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