Empieza el camino burocrático del Congreso el proyecto de ley que han autodenominado “No más cultura mafiosa”. Digo camino porque pienso en el sendero de las buenas intenciones cuya dirección es hacia el infierno.

Los representantes a la Cámara Cristian Avendaño y Juan Sebastián Gómez se tomaron la foto con los carteles (lo cual parece una primera contradicción) para decir que eran los abanderados del proyecto de ley que busca agregar un artículo al Código de Seguridad y Convivencia Ciudadana (Ley 1801 de 2016). El espíritu del proyecto (continuando con la jerga leguleya en que está escrito) busca prohibir las apologías a narcotraficantes y a otros condenados.

Se entiende que los representantes tocan un punto importante: Colombia está inmerso en eso que llaman “una cultura mafiosa”, y es una observación indiscutible que por donde uno vaya encuentra camisetas, botones y hasta ropa interior con la foto de Escobar. Lo diré por medio de un predecible juego de palabras: el patrón se repite en todo el país. ¿Pero de verdad esperan que esto se resolvería con una ley que prohíbe, entre otras cosas, vender los souvenires que compran los gringos?

El representante Avendaño, el autor del proyecto de ley, ha dicho que debemos ser conocidos mejor por “una verdadera imagen del país”. Parece que el político de la Alianza Verde sufre de esa condición colombiana según la cual nos duele más la imagen que proyectamos que la realidad que vivimos. Sus argumentos no pasan de una posición biempensante que esconde una contradicción: esa cultura mafiosa es, también, parte de “la verdadera imagen del país”. Evadir esto es omitir un buen trozo de nuestra realidad y de nuestra historia. No reconocerlo es dejar que el monstruo se esconda para aparecer después, y con más cabezas.

Dice Avendaño que tiene bajo la mira a las narcoseries y a las narco telenovelas. De hecho, el proyecto de ley indica que solo se exceptuarían de la prohibición “las obras de arte que tengan una intención crítica de los hechos”, lo cual traza una frontera muy difusa y se ubica a un paso de la censura. Hace poco leí una novela del escritor manizaleño Carlos Mario Vallejo -Los sexualizadores- y uno de sus personajes es un mafioso feminista. (Dicho de paso: recomiendo la novela, de la editorial Escarabajo; fue ganadora de un premio nacional). ¿Eso querrá decir que Vallejo le hace apología al narcotráfico porque humaniza a un narco? Claro que no. Sin embargo, el proyecto de ley propicia estas ambigüedades que van a crear, de forma inevitable, más confusión todavía.

Por último, un punto que ya ha sido mencionado en este diario por otros opinadores: de acuerdo con el sentido del proyecto de ley, ¿la barra Holocausto Norte, que lidera el representante Juan Sebastián Gómez, no debería tener un nombre distinto y modificar sus canciones, puesto que tanto el nombre como varios de sus cánticos pueden ser una apología al “narcotráfico, violaciones y crímenes de lesa humanidad”? Tampoco lo creo. Pero, a la luz de este proyecto de ley, sería lo más coherente.

Julián Bernál