Lenin fue el padre intelectual -por incitación, teoría y justificación- de la mayoría de los asesinos y de los asesinatos políticos del siglo XX. Sin embargo, fue un cobarde físico: en la primera guerra mundial, ya en el gobierno, no se atrevió a visitar el frente de batalla. (Hitler fue mas cruel directo asesino en masa, pero no dejó sucesores teóricos o incitadores al homicidio político).
En su “Carta al Soviet de Nizhni”, Lenin ordenó: “colgar cien kulaks… escoger a los rehenes… y que se vea que están estrangulando y que seguirán haciéndolo”. Terrorismo. Y en otro escrito: “es una tenaz lucha sangrienta…alentar la masacre despiadada contra los enemigos de la revolución”. (Mucho odio. Dejó textos similares).
Van algunas estadísticas, comprobadas, de las muertes causadas por sus discípulos. Stalin, entre ejecuciones y hambrunas, 25 millones; Mao, por el mismo camino, 60; Pol Pot, marxismo camboyano, 2.5 (una cuarta parte de la población); las guerrillas marxistas y leninistas, entre 2 y 4 millones de muertes (incluidas las Farc y el Eln). Sumados otros de la misma clase, casi llegan a 100 millones las víctimas mortales. ¡Estremece que alguien haya incitado a semejante exterminio!
Que Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, ávido de poder, signado de resentimientos, inseguro en su nueva nueva sede del poder, con aspiraciones a la revolución mundial y acosado por delirios paranoicos, haya procedido así, fue algo habitual en su personalidad sin moral. Pero que poetas, a quienes consideramos rezumantes de sensibilidad, guardianes de lo humano, ardientes corazones llenos de amor hacia sus semejantes, hayan cantado a homicidas políticos, extraña y duele.
Neruda -cuya inmensidad disminuye hoy- premiado Nobel, “Canto a Stalingrado”: “Lenin para siempre en la sangre y el trigo/Lenin para siempre en el cielo”. (En 1950 fue publicado, 33 años después de comenzado el genocidio leninista; y lo sitúa en los cielos, por siempre). En “Los Libertadores”: “Lenin… hizo brotar luz entre las sombras…” En “Canto a China”: “Mao conduce el río,/en sus manos floreció la semilla…” (¿floreció, semilla? 60 millones los muertos).
Escojo otros. Ernesto Cardenal llamó a Fidel, bandera al viento de la esperanza. (Castro, su esperanza debe entre 5.000 y 8.000 ejecuciones). La tesis que sostengo al principio, Lenin como padre del asesinato político, la corroboró de manera indirecta el poeta turco Nazim Hikmet, en su encomiástico poema “A Lenin”: “Tus palabras, Lenin,/son semillas sembradas en la tierra…/ Como ríos que no se detienen/cruzaron el mundo/para despertar a los pueblos” (Con estrangulaciones y masacres, las palabras de Lenin).
Versos que se transforman en fúnebres cenizas y en cicatrices por su injusta justificación del asesinato político. Sueños de aflicción, equivocadas plegarias que idealizaron la salutación del homicidio. Poetas, no se dieron cuenta, o no quisieron darse cuenta (la ideología puede ser una distorsión acariciada), que esos poderosos, enfermos de poder, solo iban dejando hambre y muerte, dolor y miedo, traición y pena, desolación y desengaño.
Rusia, Europa Oriental, hoy yacen derribadas miles de sus estatuas. Contramonumentos, tantos pedestales sin Lenin apelan a la justicia poética. Poética, porque alguien dijo: si el odio es un medio, el amor es un fin. Y se impone.