Como este Gobierno es literatura, trasnochada y con ciertos silbidos de inspiración solo a una altura de milímetros, he recopilado algunas páginas aplicables a la actual Administración (término este que solo vale metafóricamente).
Edward Albee estrenó su drama “¿Quién le teme a Virginia Wolf?” el 13 de octubre de 1962, en Nueva York. Presentimientos para Colombia, 62 años antes el protagonista apostrofa: “no has hecho nada; nunca haces nada… lo único que haces es hablar y hablar”.
Aquí no se le teme al presidente por lo que dice pero sí por lo que pueda destruir. Va en la vía de matar el sistema de salud; por el otro carril va a dejar sin energía el sistema energético nacional; nos va a dejar sin petróleo y sin gas; ahoga las universidades privadas; finiquitó la construcción de autopistas; y la seguridad la lleva al garete de los grupos armados ilegales y muy violentos. Los cuales anteriores casos han perjudicado al país sin beneficiar a Petro.
Carlo Cipolla, en “Allegro ma non tropo” (leyes fundamentales de la estupidez humana), dividió a los seres humanos en cuatro categorías:
1) Los héroes, que hacen el bien aunque se perjudiquen;
2) Los inteligentes, que hacen el bien y se benefician a sí mismos;
3) Los malvados, que persiguen siempre su propio bien, sin importarles el perjuicio de los demás,
y 4) Los estúpidos, que perjudican a los demás sin beneficiarse ellos mismos.
“El Verdadero Libro del País Meridional de las Flores”, de Dschung, chino, entre los siglos IV y III a.C., trae la anécdota de aquel rey que vio cómo su jefe de cocina organizaba la carne de un ternero con mucha experticia, y, al felicitarle, este le respondió: “Un buen cocinero sabe, primero que todo, escoger sus cuchillos, los apropiados; al contrario, un cocinero chapucero tiene que cambiar sus cuchillos en muchas oportunidades, porque no sirven bien para la tarea”. Ministros, tantos, que se cambian rápido, cual ineptos instrumentos ineptamente seleccionados.
Citaba Borges, en el “Shi King o Libro de los cantares” chino, cómo los soldados, inermes, abandonados, humildes, sufridos, se quejaban: “Ministro de la Guerra,/somos las garras y los dientes del rey,/¿por qué nos tienes de miseria en miseria?;/en realidad no eres prudente”. Y los labriegos, ante los desaires del clima y los desaires de su monarca, le cantaban: “bondadosamente prometiste venir,/pero ni llegaste ni te fuiste./Largos, largos mis pensamientos”. Prometiste venir, pero ni llegaste ni te fuiste: la ausencia del incumplido, el desprecio, el interrogante que deja el gobernante que parece no presentarse ante los cruciales problemas nacionales.
Sus tremebundos, injuriosos, repetitivos discursos, creo que fue Cervantes quien escribió que “a veces los presentaba bamboleándose por los aires en compañía de las nubes, y otras midiendo saltos de pulga.”
Propuestas ilusas. Góngora: “Peligro corres, Licio, si porfías/en seguir sombras y abrazar engaños.” Así, el 7 de agosto de 2026, en su final, sus desilusionados votantes recordarán el “Brindis del Bohemio”: “el humo de olorosos cigarrillos,/en espirales se elevaba al cielo,/simbolizando al resolverse en nada/la vida de los sueños”.