Mahoma les hablaba al oído a los muertos en el campo de batalla, tendidos en tierra y mientras estaban aún calientitos. Quizás trataba de enviar, con esas almas recién volátiles, algunos mensajes a Alá en el más allá. Konrad Lorenz, premio Nobel de medicina, parlaba con los gansos, amables con él, no obstante ser estos animales tan malgeniados. Inclusive se comunicaba con una rana, su amiga. Cuentan que el sabio rey Salomón conversaba con los pájaros, así capacitado por un anillo especialmente configurado para ello. Poco después, San Antón los bendecía, a los animales, y fue así como les devolvió la visión a algunos cerdos enfermos. Cuando se retiró al desierto, como eremita, no obstante ser estos animalitos tan autistas, agradecido uno de los beneficiarios lo acompañó en su recogimiento. Eso dicen.

Fray Martín de Porres consiguió que un perro y un gato, en el sótano de su  convento, comieran en el mismo plato. Cuando a estos se les arrimó un pericote (ratón muy grande), los invitó a los tres, tan antagónicos, a que se echaran sus respectivos bocados desde la misma escudilla. Y así lo hicieron, perro y gato y ratón, compartiendo todos los días en un santo y pacifico condumio. Todo un verdadero alto comisionado de paz. Como testimonio de admiración a un animal, a su perro terranova llamado Boatswin, lord Byron escribió este epitafio en la lápida de su añorada mascota: “Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos.” Y concluyó Byron con un dardo en contra de la especie de los hombres: “Este elogio sería insignificante sobre cenizas humanas”. 

Los antiguos egipcios, tan sabios,  tuvieron en más a la humilde y, al mismo tiempo, respetable y de señoriales pasos, conocida como una gallina. Cuentan que después de una batalla le ofrendaron oro y muy valiosos  presentes al triunfante faraón Tutmosis. Entre ellos, un modesto muchacho se la presentó así: “Esta pájara no es bella. No sabe cantar. Tiene pico corto, cresta boba y ojos estúpidos. Y sus alas, de plumas tristes, se han olvidado de volar”. Entonces tragó saliva. Y agregó: “Pero tiene un hijo por día”. Y abrió una caja, donde había siete huevos. “He aquí los hijos que ha parido en la última semana”. Le prepararon dos, y desde ese entonces, cual una faraónica compañía, esa gallina durmió todas las noches a los pies del agradecido faraón. 

Aunque no lo encuentro por ahí, no puedo excluir aquí mi elogio a la vaca, la paciente, la pacífica, la rumiante, la de la leche, la del regocijo para el desarrollo en la niñez, grande y serena cual madre alimenticia sustituta de tantísimos seres humanos. Tampoco podría faltar, allí, con sus amistades, San Francisco de Asís, patrono y defensor de todos los animales, animador de veterinarios, precursor de todas las cariñosas mascotas y practicante como ecologista desde hace unos 800 años (fallecido en 1226). Cuentan que mientras uno de sus monjes sembraba en su huerto lo de pan comer, San Francisco le sugirió: planta flores, que aquí debe tener también su sitio la belleza. Y cuando, al remover la tierra, aparecieron algunos gusanos, el santo se quedó tanto tiempo observándoles, y le previno: trata de no causarles daño, recuerda que ellos se encuentran pacíficos en su habitación, mientras que nosotros allí somos apenas unos intrusos. 

Hoy los agricultores saben del trabajo tan favorable de estos gusanos que generan el conocido “ humus del suelo”. Además, se les ha llamado “los ingenieros de los ecosistemas”, porque cavan tuberías que permiten que el aire llegue a las raíces y que el agua las alimente mejor, y además así protegen al suelo de la erosión. Con esto también consiguen captar hacia adentro el dióxido de carbono, el peligroso CO2 en el aire, el que genera el calentamiento global. Este amigo y leve gusano, ¡ayudándonos a librar esta batalla por nuestra supervivencia!

Darwin, el gran observador, en 1881 les rindió su tributo de admiración, al escribir que este animalito, como tal, “había jugado el papel más importante en la historia del mundo”. Y las mujeres, que interpretan mensajes que les llegan desde el alma del universo, los que los hombres somos incapaces de recibir, ya se están dando cuenta de estas cuestiones. No quieren casarse, comprenden mejor estos asuntos y por ello alguien, no guasón sino buen observador, sentenció: las jóvenes de hoy duermen más tranquilas con su perro que con su novio. Vuelven ellas, así como los ecologistas y los amantes de la naturaleza, a San Francisco de Asís, quien, entre otros muchos de sus bellos dones tan humanos, fue un poeta y un sensible profeta de todas las cosas del universo. Incluida la lombriz de tierra.