Entramos al décimo mes del año y queremos que nuestra vida siga adelante, en ascenso, en fortaleza, en ánimo, lejos de la fatal indiferencia del “todo me da igual”, no siento interés por nada ni por nadie, me aburre el diario existir.

Con la verdad de saber que muchas personas piensan negativamente del sorpresivo arte de vivir, me encontré con una raíz hebrea que creo puede impulsar la clave para un mejor existir. Esta raíz hebrea DBQ significa adherirse, pegarse, aferrarse, unirse, juntarse, ligarse, que llaman a unión verdadera, que valoran el acto de comprometerse, el Matrimonio, el amor al trabajo y al deber.

Es algo parecido a lo que vive el percebes, aquel animalillo marítimo parecido al camarón que se pega a animales vivientes del mar y allí pasa largas jornadas alimentándose por succión; algo parecido al “rémora”, pez acomodado que se sitúa junto a la boca sobre todo de los cetáceos y se alimenta de lo que aquellos dejan caer al masticar o ingerir las presas; estos animalillos andan pegados a los otros y se alimentan, crecen y viven.

Leyendo el libro bíblico de Ruth me llamó la atención cómo la protagonista decide quedarse con su suegra Nohemí después de ésta enviudar:

“A dónde tú vayas, iré yo;
dónde tu vivas, viviré yo;
tu pueblo es el mío,
tu Dios es mi Dios” ( Rut 1,17).

Allí aparece la raíz DBQ; cómo refuerza esta sentencia bíblica la relación de dos enamorados en el Matrimonio, de un consagrado (A) y todo Bautizado lo es, en su relación con Dios y los demás.

Es verdad comprobada que quien se aferra a Dios y a alguien en esta historia del amor humano es persona con camino abierto, optimismo realista, alegría diaria; lo resume bien el libro Deuteronomio 30,19: “elige la vida, pégate al Señor porque él es la vida”.

Me ha parecido bien recordar este detalle raizal al comenzar un nuevo mes para madurar, dar fruto, disfrutar de la alegría de vivir avanzando 1: animarse con la vida, realizar con fijeza la jornada diaria, vivir en la unidad humana, eclesial, familiar, matrimonial, laboral, social, es inyectar el néctar del gozo que rompe en trizas la monotonía, la rutina o el aburrimiento en el vivir. Por algo anotó Jesús que “Yo soy la vid..., ustedes los sarmientos".