Me había quejado en mi columna anterior de la necia orientación que le da Manizales al departamento de Caldas, de cómo esa mirada norte sur que se tiene, perjudica al territorio. Ya no somos el Gran Caldas y no tenemos afán de mirar a Risaralda y Quindío, sino que debemos mirar al oriente.
Al parecer, Manizales no se quiere meter con los municipios pobres y prefiere pensar en los ricos municipios de Santa Rosa, Dosquebradas o Salento y Filandia, haciéndoles caso a folletos de publicidad turística. Así que para lograr una mirada horizontal, o sea aquella que se oriente de occidente a oriente, se deben implementar muchas actividades para que, al cabo de unos años, regeneremos al Departamento.
Es importante que los caldenses se conozcan entre ellos y experimenten todos sus lugares y para lograr eso se deberían fomentar excursiones de jóvenes que se dirigirán al otro extremo del Departamento; que los de occidente traspasen la cordillera y miren ese otro Caldas que se extiende hacia oriente y que los del oriente sepan que son bienvenidos en las tierras al occidente de la cordillera central.
No solo hay que vencer barreras mentales, sino desmontar la Cordillera Central que como un muro divide a este departamento. Es urgente crear lazos entre la gente por medio de conocer otras regiones del Departamento. Que muchachos de Victoria hagan un intercambio con jóvenes de La Merced, que jóvenes de Viterbo conozcan Samaná.
Estos grupos permanecerían 5 días en el municipio anfitrión cumpliendo con un pénsum académico, pero un pénsum dictado por expertos y no el profesor usual. En esos 5 días se dictaría una cátedra caldense que articule el taller con la conferencia y la visita de campo y que se compondría de la historia del departamento y sus expresiones culturales.
Los jóvenes verían el folclor del municipio que están visitando, su gastronomía, se enterarían de la economía de la tierra visitada y podría observar las empresas que el departamento ha fundado para hacer más fácil la vida de los caldenses como el ferrocarril.
Conocerán los escritores y pintores, se sumergirán en las épocas de la fundación y se enterarían de detalles de la vida del hombre que les dio gentilicio, o sea el Sabio Caldas.
Harían excursiones y tendrían competencias deportivas. Con llevar jóvenes de La Dorada a Aguadas y explicarles las diferencias que hay entre esos dos municipios, pero que son parte de una misma cadena, cuya fuerza se mide en la resistencia de su eslabón mas débil, se lograría una generación siguiente con otras miras, seguramente más amplias. ¿Qué cara haría la gente de Pensilvania con unos jóvenes visitantes de San Lorenzo que pretenden ver cómo viven los caldenses al otro lado del Departamento?
En vez de financiaciones abstrusas en infraestructuras turísticas como cables aéreos o fondas arrieras, el Estado debería invertir en hacer turistas. En enseñarles a los jóvenes a viajar; de aprender y crecer por medio del conocimiento, especialmente el de su propio territorio.