El Liceo León de Greiff como institución educativa laica, me ha permitido reflexionar sobre cómo la literatura y las artes pueden fortalecer la formación de estudiantes conscientes, capaces de afrontar los retos de la vida con una perspectiva espiritual. Según María Teresa Pozzoli, “el arte y la belleza son espacios del universo para el desarrollo humano desde el pensamiento complejo”. Su afirmación asume que las expresiones artísticas embellecen nuestras vidas, y sirven como vehículos para acceder a dimensiones profundas del ser.
En el aula, estas disciplinas transmiten conocimiento y hacen una reflexión que puede ayudar a los estudiantes a lidiar con las complejidades emocionales y existenciales que enfrentan porque la literatura es una ventana a múltiples mundos que llevan a la introspección. Obras de autores como José E Rivera o Julio Cortázar son portales a universos simbólicos que exploran dilemas humanos y emocionales. Por eso el colegio no se limita a la comprensión de textos, sino que fomenta la lectura para la autoconciencia y la empatía. En cada poema o narrativa, los estudiantes descubren fragmentos de su propia humanidad y aprenden a lidiar con sus emociones.
El arte tiene el poder de evocar respuestas que a menudo trascienden las palabras. Según Pozzoli, el arte “revela el alma oculta de las formas”; y brinda una experiencia estética que conecta el corazón del ser humano con el corazón del mundo. Esta conexión es una vía de escape para aquellos jóvenes que enfrentan las presiones de un mundo hiperconectado, tóxico y competitivo donde es necesario participar en proyectos artísticos que desarrollan habilidades creativas, exploran emociones y experiencias con autenticidad.
Me refiero a la creación de obras estéticamente agradables, pero también al proceso transformador que ocurre durante la creación. El simple acto de bailar, cantar o tocar un instrumento puede ser una forma de meditación activa, donde el estudiante se conecta consigo mismo. Este proceso, como lo señala Pozzoli, es liberador: “un evento cualquiera, ordinario, puede significar una oportunidad para que el espíritu se libere de su cautiverio”. En la práctica, significa permitir que los estudiantes encuentren en el arte una forma de expresar lo que a menudo no pueden verbalizar.
Vivimos en una “sociedad ensimismada”, donde la espiritualidad ha sido subestimada en favor de lo tangible y cuantificable. Sin embargo, puedo ver que se busca revertir esta tendencia adoptando un enfoque educativo integral que no trata de educar para el éxito académico o profesional, sino de formar seres capaces de vivir de manera plena y auténtica.
Una de las herramientas más poderosas de la literatura y las artes en la educación es la metáfora porque los estudiantes aprenden a ver más allá de lo literal, conectando experiencias en formas que trascienden lo cotidiano para alcanzar una dimensión espiritual. De igual manera, la paradoja enseña a aceptar la ambigüedad y convivir con la tensión entre opuestos, habilidades esenciales para afrontar la vida. Y afortunadamente me doy cuenta que estas lecciones presentes en el día a día de mi trabajo en el Liceo León de Greiff son clave para formar personas.