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Ya son 14 días de vulneraciones. Los venezolanos están bajo un enfurecido régimen de Nicolás Maduro, que no contento con imponerse por un dudoso resultado del Consejo Nacional Electoral (CNE) se ha dedicado a perseguir líderes opositores y a todo el que critique o que no esté de acuerdo con su gobierno. La mayoría del pueblo ha salido a protestar y a exigir legalidad electoral. Votó por el candidato de la oposición, Edmundo González, buscando un cambio de mandato, y hay seguridad, según revisiones de las actas electorales, que es el ganador y presidente, no Maduro.
La violación a los derechos humanos ha sido una característica de un régimen que lleva 25 años, como pasa en todos los gobiernos de este tipo; pero Maduro la intensificó ahora que el pueblo ya no aguanta más represión. Ha acudido a procesos penales sin sustento, a detenciones de miles de personas sin justificación legal, a ataques de las Fuerzas Armadas del estado que han dejado cientos de heridos y muertos que nadie cuantifica con certeza. Ningún gobierno se puede calificar de democrático cuando lo que hace es coartar las libertades individuales.
Amnistía Internacional, organismo que trabaja por la defensa de los derechos humanos, exigió esta semana a Karim Khan fiscal de la Corte Penal Internacional que acelere las investigaciones frente a la gravedad de los actos de represión política en Venezuela. En los últimos días, Maduro expresó en público que quiere que los venezolanos de forma “voluntaria, progresiva y radical” desinstalen Whatsapp, y prohibió el uso de X (antes Twitter) durante 10 días; según él porque son redes sociales propiedad de la norteamericana Meta, que están siendo utilizadas para amenazar y atacar a Venezuela, supuestamente cargadas de odio y fascismo.
Olvida Maduro que el acceso a redes sociales también es un derecho, y son las redes las que han servido de puente para comunicar a millones de venezolanos con familiares y amigos que tuvieron que salir del país por falta de garantías. Sin estas redes, la vida de los migrantes venezolanos y de los que siguen en el país sería mucho más amarga por lo que significa para un ser humano el desarraigo. Por lo menos en las redes sociales han encontrado un canal para saber de los suyos, para dar a conocer lo que pasa allí y enterarse de lo que sucede en el resto del mundo, porque el régimen también ha privado a los venezolanos de una prensa libre.

Siguen siendo tiempos de oscuridad para los venezolanos, el mundo no los puede dejar solos ni echar al olvido lo que está pasando. El Centro Carter, veedor internacional invitado por el CNE en las pasadas elecciones, no encontró evidencias para ratificar que hubo un ataque informático, como afirma el régimen para justificar que no ha podido entregar resultados definitivos. Después de analizar el 80% de las actas disponibles, este Centro reconoce el triunfo de González. Mientras el mundo se debate a favor y en contra del régimen, los venezolanos siguen sufriendo, ahora sin medios que les permitan contar y mostrar las arbitrariedades, y eso es más peligroso todavía.