Fecha Publicación - Hora

Está previsto que el 24 de este mes se instale en Caracas (Venezuela) la Mesa de Diálogos de Paz entre el Gobierno Petro y las disidencias de las Farc de Iván Márquez o Segunda Marquetalia. ¿Se puede volver a negociar con un desertor del Acuerdo de Paz del 2016 con el gobierno Santos, aunque se había comprometido a dejar las armas? ¿Qué garantiza, de llegar a firmar acuerdos, que no se vuelvan a marginar para seguir delinquiendo como guerrilleros porque les es más rentable?

Igual de inquietante resulta para el país si de allí van a surgir más bloques guerrilleros, tal y como sucedió durante estos ocho años con el Estado Mayor Central (Emc), dirigido por el temido guerrillero Iván Mordisco, que empezó negociaciones con el Gobierno en el 2023, pero se rompieron este año por el asesinato a líderes indígenas, ataques y atentados contra civiles en Cauca, Valle y Nariño. Hasta el presidente Petro se refirió a Mordisco como “un traqueto vestido de revolucionario”. El Emc está dividido y otros bloques siguen en diálogos desconociendo a Mordisco, que con su gente se mantiene en combates.

Todos quisiéramos que vía acuerdos de paz hasta el último guerrillero del país entregara las armas, dejara de secuestrar y de extorsionar, de reclutar menores de edad, de atacar a la población civil y a la Fuerza Pública y rompiera nexos con el narcotráfico. Eso fue lo acordado en el 2016, pero la Segunda Marquetalia, que ahora le agrega a su nombre Ejército Bolivariano, no lo aceptó a pesar de haber entregado las armas y apareció en el 2019 con moderna artillería. Tampoco hay que olvidar las tensiones Colombia-Venezuela durante la presidencia de Duque, que acusó al gobierno de Maduro de apoyar a estos guerrilleros en sus negocios ilícitos.

Márquez y Mordisco habían sido dados por muertos; el primero en un ataque en Venezuela, pero reaparecieron vivos en el Gobierno Petro, con el que han sostenido reuniones con miras a tener reconocimiento político, pues se consideran rebeldes y no narcotraficantes. Las disidencias sostienen que cayeron en un entrampamiento dentro del Acuerdo de Paz del 2016, mientras el Gobierno insiste en que se debe cumplir en su totalidad. Sin sentarse a dialogar en firme ya hay diferencias muy difíciles de reconciliar, a no ser que alguna de las partes cambie de criterios.

Quizás lo más espinoso con Márquez y parte de sus filas, es que el Acuerdo de Paz del 2016 establece que no se podrá volver a negociar con desertores ni con reincidentes; y Márquez y muchos de los que lo siguen lo son al haber incumplido gravemente las condiciones del Acuerdo firmado. Antes de volver a dar pasos en falso, el Gobierno debería establecer estrictos criterios de negociación con estas disidencias de las Farc. Otro proceso fallido será fatal para la política de paz total.