Infraestructura de la Sede B, Centro de Integración Popular (CIP), del Instituto Manizales, en el barrio Holanda, en un sector entre El Galán y la quebrada Olivares.

Fotos | Darío Cardona | LA PATRIA

Infraestructura de la Sede B, Centro de Integración Popular (CIP), del Instituto Manizales, en el barrio Holanda, en un sector entre El Galán y la quebrada Olivares.

En el barrio Holanda una reja oxidada y una edificación destrozada por el tiempo, el olvido y los saqueos dan cuenta de lo que hasta hace cuatro años fue la Sede B, Centro de Integración Popular (CIP), del Instituto Manizales.

Los huecos, que atraviesan de lado a lado las paredes recubiertas de cemento, dejan ver el esqueleto en guadua de una escuela que no sobrevivió al cierre de la pandemia por la Covid-19. En el 2020 los estudiantes fueron enviados a sus casas por la crisis de salud pública. Cuando volvieron, luego de la pandemia, la encontraron clausurada.

Las divisiones internas de aulas y espacios en hilera para sanitarios y lavamanos evidencian que niños, niñas y jóvenes habitaron el lugar. Ahora, un informe de la Secretaría de Educación de Manizales marca el centro educativo como desaparecido. Ya solo quedan las ruinas.

Baño invadido por la maleza en vereda Tarroliso.

Esta historia ocurre en una ciudad donde en los últimos 15 años han cerrado por lo menos 31 sedes, de acuerdo con un reporte de la Alcaldía y recorridos de LA PATRIA por barrios y veredas.

Con Ana Aurora Rodríguez Rico, quien vive al frente de lo que era el CIP, retomamos la narración con epicentro en el barrio Holanda, vecino del Galán y de quebrada Olivares. Ella vio marcharse a los niños y, desde hace unos dos años, las puertas, ventanas, tejas y demás. Un día estaban y al otro no.

“Pasó cuando cerraron absolutamente todos los colegios. Luego, el rector no quiso volver a abrir. Él llevó a los docentes y a los alumnos para la sede principal”, recuerda Ana Aurora.

Motivos del cierre de las escuelas

¿Las razones? El Instituto Manizales se convirtió en un megacolegio, los directivos, expone Ana Aurora, no vieron la necesidad de tener la escuela funcionando, pues ya todos cabían en un solo lugar. La misma decisión se tomó con las sedes A (Cramsa) y C (Corazón de Jesús).

A diferencia del CIP, las últimas fueron transformadas en su misión. La A funciona en comodato como un Centro de Desarrollo Infantil (CDI) y la C será reestructurada para atender eventos culturales de la comunidad.

Ana Aurora cuestiona el desenlace de la escuela de su barrio: “La presidenta de la Junta de Acción Comunal la pidió, pero no se la quisieron dar. No sé por qué. En manos de ella habría quedado muy bien, porque tenía programas, le iba a dar uso. Escuché que allí se iba a hacer un parque, pero ¿para cuándo?”.

El secretario de Educación, Andrés Felipe Betancourth, expone para LA PATRIA, que el predio no puede ser usado porque presenta inestabilidad, por lo tanto, la sede o lo que queda de ella será demolido.

La maleza invade la escuela de la vereda Tarroliso.

Son más las clausuradas

Este diario visitó la mayoría de las sedes afectadas. En la zona rural se debe, básicamente, a la falta de niños; en la urbana a la reubicación de la población educativa. Algunas están pobladas por la maleza y el polvo; otras fueron reestructuradas para servicios sociales y el resto funcionan en comodatos.

El secretario de Educación de Manizales dice que al llegar el año pasado, primero del mandato actual, levantaron un inventario.

"La idea era entender cuál era el motivo de los cierres y determinar qué destino darles, pues son unos inmuebles que como administraciones municipales no deberíamos permitir que se deterioren y pierdan utilidad", indica.

Lo siguiente, explica el funcionario, es revisar si hay algún actor de la comunidad al que le pudiera interesar alguno de esos bienes para ponerlo al servicio.

El riesgo, añade el secretario, es que esas escuelas se conviertan en focos de crecimiento de plagas y tengan un deterioro continuado. Así mismo, habla del impacto social en las comunidades.

"Para una vereda o un barrio podría ser una situación de desesperanza, ya que las escuelas son espacios vitales. Si no se les da uso, se vuelven lugares lúgubres y tristes".

La situación ya se vive en la vereda La Pola. En el 2020 la Institución Educativa María Goretti, de la vereda Bajo Tablazo, vio clausurar su sede B. “Desde que se acabó la escuela, se acabó todo”, lamenta Arcides de Jesús Contreras, habitante de La Pola.

Reorganización social

Las veredas y sectores de la ciudad en donde ya no hay escuelas, tienen otro factor en común: la ausencia de voces infantiles.

Jhovani Buitrago Alzate, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de la vereda Tarroliso, apunta que en su comunidad ya no hay niños. “Estamos únicamente adultos, y ese fue el motivo del cierre de la escuela hace unos cuatro años. Había solo 11 alumnos”, relata el hombre, mientras suena un gallo de fondo.

Se le pregunta cuántos hay en la actualidad: regresa a sus recuerdos del diciembre pasado, y dice que solo se reunieron 20 regalos para menores de cero a 11 años. En seguida sostiene que solo hay siete en etapa escolar.

“La gente está saliendo. Hay mucho intercambio. Unos salen otros entran… a las parejas ya no les gusta tener hijos”, declara Buitrago Alzate.

Ventanas y rejas dañadas en escuela Vargas Vila del barrio La Enea de Manizales.

 

A 25 kilómetros de distancia, Andrés Felipe Betancourth, desde lo técnico, soporta el argumento del presidente de la JAC de Tarroliso:

“La clausura de escuelas es una tendencia, sobre todo por la reducción en la matrícula, que corresponde a factores como baja natalidad, población flotante, entre otros”. Él recuerda que estos planteles fueron construidos para 40 o 50 estudiantes.

Explica: "En los últimos años unas que estaban activas tenían dos o tres estudiantes. Y no es que se les niegue el servicio a dos o tres niños, pues aunque haya un niño en una vereda, le tenemos que garantizar la educación".

Estrategias de usos

Con base en lo anterior, el jefe de despacho afirma que la atención debe ser más eficiente. En la práctica, pone como ejemplo el cambio que genera para el transporte escolar, pues se debe asegurar la ida y vuelta de los alumnos a su nueva sede.

"Eso explica que hoy tengamos tantas rutas, 14 rurales y 6 urbanas. Que los niños, en la medida de lo posible y por lejos que vivan, tengan el servicio, siempre y cuando haya carretera", añade Betancourth .

Inclusive ante el cierre de algunas sedes veredales, se habilitó transporte desde lo rural hasta lo urbano, como el caso de Buenavista, en el corregimiento de Río Blanco, que llega al colegio de La Sultana o al Mariscal Sucre. O los del Alto del Guamo al megacolegio de San Sebastián.

No obstante, las calles del barrio Holanda se convirtieron en un corredor de estudiantes. Ahora, se les ve subiendo y bajando a la Avenida Marcelino Palacio, donde se ubica el Instituto Manizales. “A mí me van a pasar al colegio José Antonio Galán, que tiene transporte escolar”, anota un estudiante que vive en el sector.

Ana Aurora añade: “Los niños no tienen transporte, los papás tienen que ver cómo los llevan”.

En las zonas rurales hay contraste. Un caso es el del colegio con más sedes cerradas, el Rafael Pombo, cuya sede principal funciona en la vereda La Garrucha del corregimiento La Cristalina. Su rector es Cristian Camilo Torres.

El directivo apunta a dos causas en la salida de funcionamiento de sedes, en el caso de su institución: Tarroliso, San Gabriel, Fonditos y Mina Rica. La caída en la tasa de nacimientos y la migración del campesino a la ciudad, por falta de oportunidades en el campo.

Ante eso, considera que el estado debe ofrecer programas de acceso y permanencia al sistema educativo. "Es clave el transporte escolar, y por fortuna la Alcaldía de Manizales lo presta desde el primer hasta el último día de clases. Lo mismo que el restaurante".

Cancha de la escuela de la vereda Aventino.

Segundas oportunidades

Los CDI y Centros de desarrollo comunitario (Cisco) se han convertido en alternativas de las comunidades para resignificar las plantas educativas que están sin uso escolar.

En el barrio La Enea la Junta de Acción Comunal (JAC) adelantó acciones para que la Administración reparara los baños de la sede José María Vargas Vila de la Institución Educativa San Pío X. Sin embargo, por estar en un predio del Ministerio de Vivienda, no se pudo hacer la intervención y en el 2020 los 150 estudiantes fueron reubicados.

Cinco años después 60 adultas mayores, guiadas por la líder comunal Teresita Zapata, llegan al lugar para aprender manualidades. Ellas esperan que pronto empiecen allí las obras de reestructuración del Cisco de La Enea con el propósito de trabajar en mejores condiciones, pues aulas y pasillos se han deteriorado.

Este paso se dio hace dos años en la sede C Sarita Bernal, de la I.E. María Goretti. Los adultos mayores empezaron procesos de enseñanza y convivencia en el 2023 y esperan ansiosos que se retomen este año.

Luz Dary Jaramillo, habitante de la vereda Java, relata emocionada: “La atención y las profesoras son excelentes. Somos como hermanos allá, somos una familia. Nuestros hijos son los acudientes. Tenemos psicóloga, trabajadora social, enfermera. Es algo bonito”.

Así las cosas, a las comunidades y Administración municipal les queda el reto de ganarles la carrera al tiempo y al olvido, y devolverles la voz a las aulas abandonadas que aún tienen relatos por contar.

 

 

Jaqueline Castillo, de la vereda Mina Rica

Soy de Venezuela. Llegamos a estas veredas hace unos meses. De un día para otro nos dijeron que los niños debían ir a otras escuelas, a pesar de que tenemos una al frente. Preocupa enviarlos en un campero de transporte escolar.

 

José Parra, de la vereda Aventino

La decisión de trasladar a los niños se da porque había muy poquitos. Eran unos seis o siete, entonces no se justificaba enviar un profesor.

 


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