El pianista y director de orquesta, Juan David Molano Gonzalez, oriundo de Manizales, estuvo en el Pereira Music Fest, compartiendo todo el talento y la pasión que empezó a construir desde niño y que en la actualidad comparte desde Europa.

Desde sus primeros años recibió la influencia de su familia. El legado genético de una estirpe que ha cultivado la música como su forma de relacionarse con el mundo, como la manera de apreciar la belleza. 

La carrera de Juan David ha sido brillante. En Suiza se sumergió en la riqueza estética de occidente, a partir de la disciplina y el trabajo constante. Pero también ha tocado en el Reino Unido, en Asia, codeándose con los mejores músicos de su generación. 

Su historia es un ejemplo de talento, dedicación y pasión por la música, un camino que comenzó en su natal Manizales bajo la guía de su tía y primera maestra, Olga González.

Los primeros pasos en Colombia

El recorrido musical de Molano inició a los nueve años, cuando comenzó sus estudios en el Departamento de Bellas Artes de Manizales con su tía Olga.

“Ella me dijo: ‘Vamos a hacer unas clases a ver qué tal’, y parece que tenía talento porque seguimos trabajando juntos”, comenta Molano, recordando con cariño los primeros conciertos y audiciones en los que participó bajo la supervisión de su maestra. 

A los 15 años, continuó su formación en Bogotá con el maestro Karol Bermúdez, con quien se preparó para el Concurso Nacional organizado por la emisora HJCK en 1990. Este certamen fue una bisagra en su vida, ya que, con 18 años, Molano se alzó como ganador, consolidando su decisión de dedicarse por completo a la música.

Molano reconoce que su inclinación por la música viene de una fuerte tradición familiar. “Pertenecer al linaje de los González, conocido en la región por su vínculo con la música, fue determinante. Mi familia formó parte de la banda de Los Rosales a comienzos del siglo XX, y eso dejó una huella en nuestra genética”, explica. 

Esa conexión con la música clásica y el arte se convirtió en una pasión natural, una que nunca requirió de decisiones difíciles: “No hubo un momento en el que pensara si estudiar medicina, ingeniería o música. Todo apuntaba hacia la música”.

De Colombia a Europa: el gran salto

En 1991, a los 19 años, Molano obtuvo una beca para estudiar en Suiza, marcando el inicio de su carrera internacional. Adaptarse a un nuevo entorno no fue fácil. “El cambio fue enorme. Venía de un conservatorio con pianos desgastados y llegué a Suiza, donde había una infraestructura musical potente y recursos de alta gama”, relata. 

La disciplina y exigencia de la Suiza alemana lo desafiaron, pero también lo impulsaron a crecer como músico. A pesar de las dificultades iniciales, como la falta de conexión con algunos de sus profesores, Molano encontró en Europa un espacio para perfeccionar su arte y ampliar sus horizontes.

La influencia de sus maestros colombianos

La música, como una de las formas del arte, nace de las pasiones humanas. La enseñanza de ellas, más allá de las técnicas y de los pormenores que perfeccionan el talento, no son suficientes sin la pasión. Sin esa llama vibrante que habita en el interior de cada persona. Eso fue lo que enamoró a Molano del piano y lo que siempre recuerda de sus maestros colombianos. 

Aunque estudió con destacados profesores europeos, Molano asegura que sus primeras maestras en Colombia, en especial su tía Olga González, dejaron una huella imborrable. “Ellos transmitían una pasión y respeto por la música que no siempre encontré en Europa. Sus enseñanzas fueron fundamentales para mi desarrollo como pianista y como ser humano”, afirma. 

Esa conexión espiritual con la música, que considera una especie de llama interior, lo sigue acompañando hasta hoy y le sirve como base para transmitir a sus propios alumnos esa misma pasión.

Después de varios años radicado en Europa decidió dar un paso hacia adelante. Estudiar dirección musical. Un campo que lo atrajo por su complejidad y por el reto que representaba. 

“Me dijeron que tenía buen gesto para dirigir, así que decidí intentarlo y fui aceptado en la Royal Academy of Music en Londres. Eso confirmó que también tenía madera para este rol”, cuenta.

Juan David ha dirigido tanto orquestas profesionales como amateurs, experiencia que considera enriquecedora. 

“Trabajar con músicos amateurs y coros ha sido maravilloso porque permite acercar la música a personas que la abordan desde el entusiasmo y la curiosidad, más que desde la profesionalización. Es una manera distinta de conectar con el arte”.

En su papel como docente en el Conservatorio, el pianista destaca la importancia de la enseñanza en su carrera. 

Para él, no se trata solo de transmitir conocimientos técnicos, sino de despertar en sus estudiantes esa conexión espiritual con la música. “La pasión no se enseña, se transmite. Mi labor es ayudarlos a descubrir esa llama interior que los guíe en su camino musical”, señala.

El panorama actual de la música clásica

Molano reconoce que la música clásica enfrenta desafíos en el mundo contemporáneo, donde otros géneros y formatos parecen dominar. Sin embargo, ve con optimismo las nuevas propuestas que buscan revitalizar este arte. 

“Hay un interés creciente por innovar en la forma de presentar los conciertos, incluir composiciones contemporáneas y fusionar culturas musicales. Esto está atrayendo nuevos públicos y manteniendo viva la música clásica”, explica.

También menciona que los conservatorios están incentivando la creatividad y la improvisación, retomando aspectos de épocas pasadas, como la música barroca. “Hoy en día, los músicos son motivados a improvisar y componer, lo que genera una conexión más profunda con el arte y con sus raíces históricas”.

Enseñar música en escenarios de guerra

Uno de los aspectos más importantes de la carrera de Juan David Molano ha sido su labor como director en contextos marcados por la adversidad, como Palestina y Ucrania. 

Estas experiencias, más allá del ámbito musical, han dejado en él una profunda reflexión sobre el poder transformador de la música en medio de las crisis sociales y políticas.

En Palestina, tuvo la oportunidad de dirigir a jóvenes músicos en un entorno marcado por tensiones constantes. 

“Trabajar allí fue profundamente conmovedor. La música se convirtió en un refugio para ellos, una herramienta para canalizar emociones y para mantener la esperanza viva”, recuerda. 

Su trabajo no solo consistió en enseñar técnica musical, sino en ayudar a los músicos a encontrar en su arte una forma de resistencia y expresión frente a las dificultades diarias.

En Ucrania, Molano enfrentó un panorama igualmente desafiante. Durante su visita, pudo experimentar de cerca cómo la música se alzaba como símbolo de unidad en medio de un país marcado por la guerra y la incertidumbre. 

“Fue impresionante ver cómo, a pesar de las circunstancias, las orquestas seguían funcionando. Los músicos estaban decididos a mantener vivo su arte, incluso cuando las condiciones parecían imposibles”, relata.

La resiliencia y el compromiso de estos artistas dejaron una huella indeleble en Molano, quien se sintió inspirado por su capacidad de seguir adelante contra viento y marea.

El poder de la música en tiempos de conflicto

Para Juan David, estas experiencias reafirman su creencia en la música como un lenguaje universal capaz de trascender las barreras culturales y políticas.

“La música tiene el poder de sanar, de unir y de dar sentido a momentos de incertidumbre. En Palestina y Ucrania, pude ver cómo esta forma de arte se convierte en una fuerza vital para quienes enfrentan las realidades más duras”, reflexiona. 

Estas vivencias también le permitieron redefinir su papel como director, no solo como guía técnico, sino como un mediador que facilita el encuentro entre la música y las necesidades emocionales de las personas.

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