PREGONERO | LA PATRIA

Enrique Ponce se fue de Manizales en olor de multitudes, premio a grandes tardes en las que ratificó su condición de figura. La de ayer, no fue excepción, más allá de que los toros de Ernesto Gutiérrez, los suyos y los de sus alternantes, no rayaron a la altura acostumbrada.

El inicio de la corrida fue una lección de arte y técnica de Enrique Ponce. Las chicuelinas, a manera de bienvenida a un plaza casi llena, tuvieron sabor añejo. Luego, ante un toro escaso de alegría, el temple, más el manual que el maestro ha elaborado a lo largo de tantos años, hicieron el resto. Espadazo y oreja.

En el segundo, Sebastián Castella levantó inmensa ilusión desde el primero de sus lances de pies firmes y manos bajas hasta, previo brindis a Luis Bolívar, al último de los muletazos de series sin tacha sobre ambas manos. El toro tuvo acometividad durante casi toda la lidia, como lo dejó ver en los viajes largos con que respondió a estatuarios que jalearon los tendidos. Pero la espada no funcionó. Y, después, el toro se supo tapar para impedir el descabello. Llegaron los tres avisos. Igual, atronadora ovación para el francés.

Sobre el tercero, o mejor, antes que sobre él, hay que hablar de esa serie de naturales de Juan de Castilla que perdurarán en la memoria de la plaza. Hechos con la verdad, largos y profundos, enseñaron el gran momento que vive el torero de Medellín. La faena tuvo dos tiempos. El primero en que se pudo contar, en algo, con él de Ernesto Gutiérrez Arango. Y el otro, ese del mismo animal, con cierta tendencia a buscar algún refugio. Era de trofeos, pero el pinchazo hondo, una espada entera y los desaciertos con el descabello trajeron un aviso y, luego, nada más que palmas.

Susto pasó la plaza en la lidia del tercero, cuando Enrique Ponce perdió pie en la cara del toro y terminó en los aires una vez el toro hizo por él. Aunque lo sustantivo fue cómo Ponce se repuso para sacar pases con la mano izquierda ante un animal que manseó. La gente estuvo con él. Y la presidencia también, al conceder dos orejas, sin duda, premio a tantos años de hacer de Manizales su casa y su trono.

No sucedió nada importante en el quinto, manso y distraído. Castella se quedó con las ganas de cosechar algún trofeo.

Antes de la lidia del sexto, se de despidió de los ruedos el picador colombiano Cayetano Romero, en medio del respeto y cariño de sus colegas y de una plaza que lo vio triunfar en varias oportunidades.

Juan de Castilla asumió el cierre ante un ejemplar que no quería, pero al que el de Medellín obligó hasta hacerlo ir tras el engaño. En ese todo o nada, la apuesta funcionó. Dos orejas.

Ficha de la corrida

Seis toros de Ernesto Gutiérrez Arango

Desiguales en presentación y muy escasos de fondo.

Pesos: 456, 504, 482, 462, 454 y 456 kilos.

Enrique Ponce, palo de rosa y oro: oreja y dos orejas.

Sebastián Castella, sangre de toro y oro: ovación tras tres avisos y palmas tras aviso.

Juan de Castilla, verde botella y oro: ovación luego de aviso y dos orejas.

Detalles: Se despidió de los ruedos el picador colombiano Cayetano Romero.

El torero español Enrique Ponce instrumenta un pase por alto con la mano derecha al toro Amadis de Grecia de de 462 kg de la ganadería de Ernesto Gutiérrez. Le cortó las dos orejas.

En su última tarde en Manizales, Ponce salió en hombros junto al colombiano Juan de Castilla.

Ponce después de su última vuelta al ruedo en Manizales con el collar de café, representativo para los triunfadores de las tardes. Besó la arena de una de sus plazas más queridas. 

Así se preparaba el español antes de que comenzara la quinta corrida de abono de los 70 años de la Temporada Taurina.

Enrique Ponce celebrando con los aficionados en su última vuelta al ruedo en Manizales.

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