La política y el arte de engañar
Señor director:

En el escenario mundial, la política a menudo se ha comparado con un juego de ajedrez, en el que cada movimiento es calculado y cada pieza es valiosa. Sin embargo, más allá de la estrategia y la diplomacia, existe un elemento que ha persistido a lo largo de la historia: el arte de engañar. Desde los tiempos antiguos hasta la era moderna el engaño ha sido una herramienta utilizada por líderes y políticos para alcanzar sus objetivos. Ya sea a través de promesas vacías durante las campañas electorales o mediante la manipulación de la información para controlar la percepción pública, el engaño se ha arraigado en la práctica política.
La manipulación de la verdad es una táctica común en la política. A menudo, los hechos se distorsionan para adaptarse a una narrativa conveniente, dejando a los ciudadanos en una neblina de incertidumbre. En la era de la información, en la cual las noticias falsas y la desinformación son rampantes, discernir la verdad se ha vuelto más desafiante que nunca. Colombia, una nación con una rica historia de lucha y resiliencia, se encuentra en un momento de polarización política y de incitación peligrosa a la confrontación de clases; en vez de dedicarse a sanar las heridas de un conflicto armado, está abriendo nuevos e impredecibles frentes de batalla.
En Colombia, el engaño político no es un fenómeno nuevo. Sin embargo, el actual clima político ha exacerbado esta práctica a nuevos niveles. Con elecciones a la vista, cada jugada de ajedrez se examina a la luz del enroque para evitar el jaque mate. La narrativa política ha oscilado entre dos polos: la vida y la muerte. Esta dicotomía se refleja en cómo los políticos son percibidos y presentados ante el pueblo, unos como símbolos de vida, esperanza y renovación, y otros como símbolos de muerte y miseria. Tristemente son lo mismo los unos y los otros, solo políticos manipuladores.
La Constitución de 1991, aclamada por su gran apertura democrática, no ha sido ajena a este fenómeno. A pesar de sus avances significativos, la realidad política y social refleja una brecha entre los principios consagrados y su implementación efectiva. Esto ha llevado a cuestionar si las intenciones originales han sido desvirtuadas por intereses particulares o si simplemente han sido superadas por desafíos contemporáneos. La violencia y la desigualdad socioeconómica, la corrupción y la necesidad de una democracia participativa más efectiva, el centralismo vs. la autonomía regional, la crisis de la democracia representativa y el desprestigio de los partidos tradicionales, muestran la enorme brecha entre el ideario y la realidad, en esta batalla por imponer sus narrativas.
Luis Rubiel Alzate Usma

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