Continuando a Don Cecilio
Señor Director:
En días pasados Don Cecilio, cuyo seudónimo, a propósito, me recuerda la famosa tonada argentina “La carne gorda” y su gracioso estribillo: “Yo soy don Cecilio Castro / del rancho Las Hermanitas / me gusta la carne gorda / las empanadas y la torta frita…”; escribía algunas historias sobre la antigua rivalidad entre Pereira y Manizales. Y entonces me trajo a la memoria varias anécdotas acerca del tema:
- Eran las lejanas épocas de mi bachillerato, cuando Manizales era casi un pueblo grande, donde la construcción de una casa alta, digamos de cuatro pisos, como la de los Castro en el marco del parque Fundadores, era todo un acontecimiento. Se proyectó entonces un verdadero rascacielos para la época: el edificio del Banco de la República, que se dijo sería de nueve pisos, de los cuales solo se construyeron ocho. Y cuando alguien preguntaba por qué no se erigió el noveno piso se contestaba que “porque del noveno piso se veía Pereira…”.
- Por la misma época se empezó a hablar del “Alto del Madrazo”, situado en el balcón de entrada a Pereira y denominado así porque desde allí se divisaban ambas ciudades y, cuando el automotor llegaba al sitio, los ocupantes exclamaban: “allí se ve la &#&%... Pereira o Manizales” según se tratara de viajeros -y habitantes- de una u otra ciudad…
- También eran los tiempos en los que a muchos pueblos les dio por usar como eslogan ser “la perla de…”, tal vez como eco de la famosa Canción del jibarito y su “que el gran Gautier llamó la perla de los mares…”. Surgieron entonces la “perla del Ingrumá”, la “perla del Oriente”, “la perla del Pacífico” y no sé cuántas perlas más. Y, claro, Manizales, que no podía ser menos, se quedó como la “perla del Ruiz” y Pereira que menos que menos fue la “perla del Otún”. Cuando ya creciditas y cansadas de tanta pedrería, Manizales se cambió a “la ciudad de las puertas abiertas” y Pereira le ripostó como “la ciudad sin puertas”. Y entonces sucedió lo gracioso, pues Manizales se hizo “la ciudad de las mentes abiertas” y entonces Pereira, que no podía ser “la ciudad sin mentes”, trató de dar el golpe definitivo declarándose “la capital del eje”. Golpe que Don Cecilio trató de esquivar, no sé con cuánto éxito, declarando a Manizales “la capital cultural del eje” a Pereira “la capital comercial” y, trayendo a Armenia al paseo, acabó designándola “la capital turística”.
Son cosas, en fin, de una rivalidad fraterna, como la que se da entre el hermano mayor y los hermanos menores. Aunque en este caso, la hermana menor -Pereira- creció y se hizo tan grande que bien puede disputar, y merecer, títulos mayores. ¿O qué opina Don Cecilio?
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