La sabiduría de las canas
Señor director: 

Los ancianos han sido un eslabón fundamental en el desarrollo de las civilizaciones. Su sabiduría y la experiencia han trazado la ruta para las sociedades venideras. Muchos pertenecieron a esa ejemplar y extinta generación que entregó los mejores años de su vida a la familia y al trabajo. Sin estudio y con pocos recursos, lucharon para educar a sus hijos y sacar el país adelante. Sin embargo, los afanes de la posmodernidad, diseñada solo para los jóvenes, los tienen arrinconados porque no producen y, por el contrario, estorban.
Paradójicamente, en este siglo XXI es tendencia que el porcentaje de adultos mayores aumente considerablemente en el mundo. Las parejas jóvenes se resisten a procrear y prefieren liberarse de la responsabilidad que implica ser padres; en su lugar, optan por adoptar mascotas como sustitutos de la paternidad. Mientras tanto, el relevo generacional camina a paso lento y la edad senil toma una ligera ventaja. Las cifras son contundentes: para el 2070 esta población representará el 36%, mientras que los niños hasta los 14 años serán solo el 12%. Además, aproximadamente el 50% de los humanos de esta edad desean seguir activos y productivos.
Las investigaciones más recientes demuestran que tanto la actividad física como la mental mejoran la calidad de vida y prolongan la longevidad. Sin embargo, cuando se pierde vitalidad y confianza, los problemas de salud afloran con más rigor y la soledad hace mucho daño, especialmente cuando nos quedamos confinados en casa.
Este cambio en el perfil demográfico inquieta a los gobiernos, que enfrentan un dilema: ¿cómo dar respuesta a una población que reclama su lugar en el mundo y protagonismo en las diferentes decisiones? La solución pasa por construir una sociedad que dé cabida a los proyectos y necesidades de ambas generaciones.
La juventud es efímera, pero el paso del tiempo deja una huella imborrable de sabiduría y enseñanzas. Para los septuagenarios cada arruga cuenta un sacrificio, una risa, un dolor superado, un aprendizaje. Cada cana es un testimonio de batallas ganadas y cada día que pasa se convierte en una lección más sobre cómo vivir con dignidad, aceptando nuestras imperfecciones y amando profundamente.
Orlando Salgado Ramírez

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