Renunciantes
Señor director:
Voté por Humberto de la Calle. Él, como otros que también renuncian, quería ser senador de la República, se entiende que por el tiempo que determina la Constitución. Voté por él porque desconfiaba y desconfío del carácter de quien ejerce la Presidencia y sus seguidores: tienen tendencia totalitaria y ganas de eternizarse en el poder, miren Cuba y Venezuela. De la Calle, un jurista serio, sólido, y un demócrata convencido, me parecía que sería una barrera de protección contra esos arrebatos que no son imaginarios. Declaró el preboste, en estos días de daños autoinfligidos a la Nación, que si “quisiera” ganaría de nuevo. Como si se tratará de querer ya no cambiando un articulito, sino porque le da la gana. Pues el senador renuncia. Así no más. Debería existir una sanción por ello, pues se engaña al votante. Como mínimo debería impedirsele volver a presentarse, y devolver el dinero con que el Estado ayudó a la elección (la democracia cuesta, maestro).
“Por las razones que he expuesto públicamente, relacionadas con la necesidad de tener libertad e independencia frente a los sucesos políticos que ocurrirán a partir de este año, presento renuncia irrevocable de mi investidura de senador de la República, la cual con todo comedimiento le solicito aceptar de inmediato”. Aquellos que lo elegimos valen huevo. A la larga resultamos votando por quien sabe quién que lo sustituirá. Explica, aparte y como mucho, que tiene diferencias con el Partido por el que se postuló, Partido inexistente por lo demás, por el que yo y otros no votamos: lo hicimos por él.
Quedan como 18 largos meses de este estúpido mandato. Ojalá acabe. Pero algo intentará para quedarse, lo sugiere, lo anuncia. Y si en quienes se confiaba para impedir el abuso se hacen a un lado, lo logrará.
Luis Fernando Gutiérrez Cardona
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