Finalizada la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático COP16, clave para la protección de la biodiversidad, en la que se esperaba reunir a líderes de las potencias económicas y a representantes de países ricos en biodiversidad, quedó relegada a mandatarios provenientes de naciones con menor influencia en términos ambientales y económicos. La presencia de los jefes de Estado en estas cumbres es fundamental, pues son ellos los que avalan los cambios y toman las decisiones políticas para enfrentar la lucha.
Las disertaciones polémicas del presidente Petro, planteando alucinaciones en vez de realidades, evidencia el creciente escepticismo y falta de coherencia entre los discursos y las acciones y compromisos de los gobiernos por la biodiversidad. Estos foros internacionales, cada vez que se realizan, dan la percepción de estar más alejados del interés mundial para generar impactos tangibles y urgentes, demostrando ser temas más ligados al activismo ideológico.
Las amenazas sobre los tesoros naturales mega diversos, como la Amazonía, la Patagonia, o la selva del Darién, que separa a Colombia de Panamá y cuyos territorios cuentan con la más variada presencia de seres vivos del mundo, urgen de la protección inmediata ante la acelerada carrera que nos acerca al punto de no retorno. Después de Brasil, somos el país más biodiverso. La lucha contra el cambio climático, requiere de algo más que buenas intenciones. Exige la participación activa de países como Brasil, México, España, Suecia, Noruega, Francia, Suiza, Canadá, Dinamarca, países de economías sólidas que impactan con sus decisiones al planeta. Sin su decisión y compromiso, estas cumbres no ofrecen soluciones reales, alejadas de cumplir con metas ambientales globales.
La consigna inaplazable “salvemos el planeta”, es hoy una quimera. La desesperanza es inmensa. De 196 países que hacen parte de esta cumbre de biodiversidad, comprometidos a cumplir 23 metas acordadas en el Marco Mundial de Biodiversidad de Montreal (Canadá) hace dos años, solo 33 hicieron la tarea, el 17 %. Y para mayor vergüenza, Colombia hace parte del grupo de países que no cumplió. De ahí nuestra afirmación de que todo lo concerniente al clima, es activismo ideológico, puro populismo. Triste, tener que afirmar que la misión de la COP16, dos años después, era potenciar los tímidos esfuerzos del mundo por aplicar esta hoja de ruta diseñada para salvar el planeta y a los seres vivos de la deforestación, la sobreexplotación, el cambio climático y la contaminación, todos ellos causados por la actividad humana.
Luego de 12 días de negociaciones en Cali, no se logró que los países ricos dieran su brazo a torcer en los dos puntos más tensos: i) reglas para monitorear el cumplimiento de la hoja de ruta y ii) cómo aumentar a 200.000 mil millones de dólares anuales, para ponerla a funcionar. Los gobiernos presentaron planes para proteger la biodiversidad, pero fueron incapaces de aportar el dinero necesario. Es de resaltar, que Estados Unidos no es país signatario de la convención. Celebramos la cumbre “Paz con la naturaleza”, con 23.000 delegados inscritos y una Zona Verde, festiva y abierta al público. El país tuvo ingresos por $122.000 millones, un 99% de ocupación hotelera y la generación de más de 5.400 empleos. Si en verdad la COP16 no avanzó mayor cosa en biodiversidad, sirvió enormemente para reactivar la economía nacional, regional y local, promocionando el turismo sostenible en nuestro país.