A partir de mañana, en Riosucio comenzará un proceso de transformación colectiva, que hará su gran eclosión a comienzos del año próximo. Las primeras etapas sólo serán perceptibles para los riosuceños y unos cuantos iniciados, e imperceptibles para los visitantes desprevenidos, quienes no notarán nada diferente. Con el correr de los días todo se irá haciendo más evidente, más notorio, en la medida en que el espíritu festivo vaya apoderándose de las almas individuales, en un ‘crescendo’ de alegría incontenible… e incomprensible para muchos.
Mañana será la Instalación de la República del Carnaval, porque durante los siguientes seis meses Riosucio será una imaginaria y gozosa nación donde reinará el gozo. Esa república es gobernada por funcionarios burlescos que parodian las maneras de los gobernantes tradicionales y el ceremonial oficial. Los principales son el Presidente, encargado de organizar la fiesta; el Alcalde vigila que el Carnaval se ajuste al rito tradicional y el Canciller se encarga de las relaciones con la Alcaldía Municipal y otros estamentos gubernamentales y privados. También hay vicepresidente y vicealcalde.
Ellos prestarán juramento este sábado de ejercer su mandato, que consistirá en organizar el Carnaval e inducir al pueblo riosuceño a festejar cada una de sus etapas. Se activará el reloj biológico que predispone a la celebración. A su influjo, los matachines darán rienda suelta a su creatividad literaria y musical; los cuadrilleros pulirán las cuadrillas que actuarán el Domingo de Carnaval; de las manos de los artesanos brotarán antifaces, máscaras y tocados; y las costureras se encargarán de elaborar los disfraces.
A partir de agosto, los festivos gobernantes publicarán decretos, que serán leídos desde los tablados públicos, bien sea por ellos mismos o por decreteros escogidos, o aceptados. Son redactados en verso y su lectura debe parodiar el tono oratorio de los políticos. Contienen leyes que deben ser obedecidas sin chistar, que ordenan a la gente vivir en paz, sin contener la alegría. También ejercen un control social, porque se divulga lo repudiable que ocurre en el pueblo, sin mencionar nombres, aunque para todos quede claro a quién o quiénes se alude. Es una crítica burlesca que induce a la reflexión a través de la risa. Por eso, muchos decreteros advierten al comenzar:
¡Prepárense bien, mis hijos,
que ai les vamos con el juete!
Ya tenemos pilas puestas,
y por ende las antenas,
para publicar las chivas,
unas malas y otras buenas.
A medida que pasan los Decretos, los riosuceños susurran con gran misterio: “Ya huele a Diablo…”. Están cada vez más preparados… Mucha gente no comprende que todo un pueblo dedique seis meses a preparar un jolgorio de seis días; que los actos preparatorios sean cada vez más exultantes y extrovertidos, todo bajo la mirada vigilante de un Diablo que induce al bien.
Los más desconcertados son los despistados que repiten cansonamente la pertenencia, dependencia y subyugación de Caldas a Antioquia. A esos se les calla con una sola pregunta: ¿Por qué allá no hay carnavales de ninguna clase? Ni siquiera en Sonsón, donde están saqueando el Carnaval de Riosucio con el pretexto de dar sentido a unas Fiestas del Maíz que rinden culto a lo que no siembran…
Como Riosucio es el principal mentís a la burda teoría del carácter paisa de Caldas, tienen los riosuceños el deber de seguir haciendo el Carnaval, cumpliendo cada parte de su festivo ritual. Pero no porque así se ha hecho, sino preguntándose porqué se hace así. Es la única manera de cuidarlo de los embates de quienes quieren convertirlo en una bacanal de vulgaridad, igual a cualquier fiesta antioqueña, incluidos muchos riosuceños.