El personaje central de La Vorágine es Arturo Cova y el asesino responsable de los crímenes es el peruano Julio Arana. Hablando de este funesto personaje me viene a la mente la idea de la relatividad de las cosas y de los seres. Centraré la idea de la relatividad en las arañas, en Arana y en Pablo Morillo. En alguna parte leí: “Si las arañas llaman providencia a la tela que les proporciona el alimento, qué nombre le darán las moscas?”. Todo es relativo. En Perú a Julio Arana lo consideran un prohombre, un gran patriota, un ejemplo de empresarios y nosotros lo miramos como un asesino, un violador de todos los derechos humanos. Arana fue alcalde de Iquitos y senador del Perú. Son contados con los dedos de una mano los peruanos que reconocen a su compatriota como lo que fue: un asesino, un torturador de indígenas y colonos.
El Pacificador Pablo Morillo, para nosotros fue un bárbaro militar que fusiló y ordenó fusilar a centenares de colombianos, incluidos sabios como Francisco José de Caldas. Nuestro sabio fue fusilado en la que es hoy Plaza Santander, contra el muro de la iglesia. Cuando le pidieron clemencia a Pablo Morillo diciéndole que Caldas era un sabio, respondió: España no necesita de Sabios. Otros dicen que fue Pascual Enrile Acedo el autor de la tal frase. Era el año 1816. Pablo Morillo fue llamado El Pacificador porque recobró para España a las provincias levantiscas que eran Colombia y Venezuela, y las recobró a sangre y fuego.
¿Dónde está la relatividad en esta historia? Supe por primera vez que Morillo es considerado en España uno de sus grandes soldados y marinos, estando en Vigo hace unos años. En efecto, Morillo reconquistó esta ciudad en la que los españoles llaman Guerra de la Independencia, que se libró contra los franceses de Napoleón y su hermano “Pepe Botella” que invadieron España en la primera década del siglo XIX. No solo allí, sino en la primera Guerra Carlista y en otras batallas Pablo Morillo se distinguió como un gran estratega y militar. Por ello Fernando VII lo envió con una poderosa flota a “pacificar” a Nueva Granada y Venezuela.
Muchos de mis lectores “de cierta edad” deben recordar la retahíla que de niños gustábamos repetir: “Canda Farnanda sátama asaba palatán…etc”. Con todas las vocales: “Quende Fernende séteme esebe peletén…”. Fue este rey el que nos mandó a esa belleza de Pacificador. Y este año, estando yo en Zamora, la ciudad española que posee la mayor cantidad de bellísimas iglesias románicas (no románticas) me sorprendí al encontrar una calle y una estatua que llevan el nombre de Pablo Morillo. En efecto, nació en Fuentesecas, un pueblo de la provincia de Zamora; frente al terminal de autobuses de esta ciudad han levantado una estatua al Pacificador y se lee: “Pablo Morillo, Conde de Cartagena y Marqués de la Puerta”. Sentí dolor por nuestra Cartagena a la que él martirizó.