Estamos iniciando el relato del viaje por el Orinoco, “el río de la libertad”, siguiendo los pasos del sabio Humboldt y de su compañero Aimé Bonpland.
El viaje lo hice con unos amigos y con la guianza y organización de Ariel Trujillo, gran conocedor del río y de las etnias y lo repetiremos este año entre el 10 y el 20 de diciembre con los lectores que nos quieran acompañar.
En mis muchos viajes al Orinoco siempre he conocido caldenses y manizaleños que van tras la excelente pesca o simplemente a navegar el gran río.
Humboldt cuenta que ya para entrar a Colombia viniendo de Venezuela, en una poceta del río Apure, hay peces eléctricos llamados también temblones o tembladores.
Estos peces alargados que más bien tienen aspecto de culebras se encuentran en los ríos del Amazonas y del Orinoco y su nombre científico que alude claramente a la característica de producir electricidad es Electrophorus electricus.
La descarga que producen alcanza entre los 600 y los 850 voltios que dependiendo del amperaje pueden perfectamente paralizar a un hombre que en tal condición podría ahogarse.
¿Qué hizo Humboldt para librarse de las descargas de estos peligrosos peces? Siguiendo el consejo de los nativos venezolanos del Apure metió al agua varios caballos que con las sucesivas descargas fueron dejando a los peces “desarmados”.
Los caballos, por ser animales de gran tamaño y por sus características son muy fuertes y aguantan con relativa facilidad las descargas.
No se olvide que para fabricar antídotos contra el veneno de algunos animales se utiliza sangre de caballo.
Yo pesqué temblones en Caño Chire, un río que se encuentra en el famoso Hato La Aurora del Casanare. El Apure es el mayor afluente venezolano que recibe el Orinoco y mide 850 kilómetros.
Nuestro viaje se inicia en Puerto Carreño, la capital del Vichada. En el idioma guahibo Vichada significa “donde la sabana se convierte en selva”. Bello significado.
De las 30 tribus o comunidades indígenas que poblaban los Llanos Orientales hacia 1750 y que son nombrados por el jesuita José Gumilla en su libro “El Orinoco ilustrado”, solo queda prácticamente una etnia, la de los guahibos o sikuanis. Unos pocos piapocos y sálibas todavía se mueven por las sabanas.
En otros artículos hemos hablado del padre Gumilla, llamado por algunos “el descubridor intelectual del Orinoco” y también su defensor. Su libro, de agradable lectura, cuenta algunas historias semi fantasiosas sobre la fabricación del curare y sobre la forma como los nativos elegían sus jefes. Esos relatos no los voy a repetir.
Como tampoco voy a repetir la historia de las guahibiadas, que consistían en partidas de caza que organizaban los terratenientes que invadieron el Llano y despojaron a los nativos de sus tierras.
Se trataba simplemente de perseguir y matar indígenas como si fueran trofeos de caza. ¡Esa maldita violencia que nos acompaña desde la independencia y que no da trazas de acabarse!
El Vichada fue fundado en 1922 por el general Buenaventura Bustamante que fue también su primer comisario. Las comisarías e intendencias pasaron a ser departamentos gracias a la Constitución de 1991.
Recordemos que el candidato opositor de Petro en la pasada contienda electoral presidencial, el difunto Rodolfo Hernández no sabía que existe en Colombia, el Vichada. La prensa y los colombianos nos quedamos fríos ante la ignorancia crasa de un hombre que pudo ser presidente de Colombia.
Pero…no nos escandalicemos. Invito a los lectores a que pregunten a muchos muchachos de bachillerato por el Vichada y por su capital y tendrán la misma respuesta del candidato.