Nacer en Colombia implica realidades muy diferentes, dependiendo de si ocurre en una zona urbana desarrollada o en un rincón olvidado del Pacífico o la Amazonía. El libro Trayectorias, del Banco Mundial (2024), indica esta dura realidad: las condiciones iniciales que rodean el nacimiento de una persona determinan de manera contundente las oportunidades que tendrá a lo largo de su vida. El informe combina datos sobre movilidad social y pobreza en términos de ingresos, evidenciando que la mayoría de las personas en esta situación residen en zonas urbanas. De los 16,8 millones de personas en condición de pobreza, 11,9 millones viven en áreas urbanas; 7 departamentos concentran más de la mitad de la población en situación de vulnerabilidad material.
Sostiene el Banco Mundial que las inversiones en educación, salud y habilidades aumentan la productividad individual y el desarrollo económico, justificando su inclusión en políticas contra la pobreza. En los años 90, el concepto de capital social, influido por Putnam y Fukuyama, destacó el papel de redes, normas y confianza para fomentar la cooperación y la gobernanza, aunque ha sido criticado por instrumentalizar las relaciones sociales y no considerar las estructuras de poder subyacentes.
Resulta pertinente analizar la perspectiva del Banco Mundial sobre los desafíos del desarrollo, especialmente en su incorporación de tres principios fundamentales para el diseño de políticas públicas: políticas diferenciadas (que abordan la heterogeneidad de las necesidades con base en economías de escala), políticas coordinadas (tanto en niveles verticales como horizontales) y políticas integradas (que consideran las múltiples dimensiones de la pobreza). Aunque estos principios buscan promover la cohesión social y fortalecer la gobernanza, desde el análisis crítico de los expertos, su teleología parece orientada a instrumentalizar las relaciones sociales, omitiendo las estructuras de poder que las condicionan.
Pierre Bourdieu, en su teoría del capital (1986), amplía el concepto de la desigualdad más allá de los recursos económicos, en el sentido de que se perpetúa por la distribución desigual del capital cultural, social y simbólico. En el contexto colombiano, nacer en un territorio rural marginado implica iniciar la vida con una desventaja significativa en el acceso a educación de calidad, servicios de salud adecuados y redes sociales que favorezcan la movilidad social. Estas condiciones reflejan unas relaciones de poder que determinan la distribución y el valor de estos capitales dentro de un campo social específico. Por ello, el diseño de políticas públicas efectivas no puede limitarse a la redistribución de recursos, es fundamental transformar las relaciones sociales y culturales que subyacen a la pobreza y perpetúan la exclusión.
Un ejemplo de este enfoque es el Fondo para el desarrollo del plan Todos SomosPAZcífico (FTSP), una estrategia implementada por el Gobierno nacional en 2024 para mejorar la calidad de vida en los municipios del litoral Pacífico (Cauca, Chocó, Nariño y Valle del Cauca). Sin embargo, su impacto será limitado si no se fortalecen las redes comunitarias y se promueve el desarrollo de capacidades individuales, elementos esenciales para lograr una transformación social sostenible.
Superar la desigualdad territorial en Colombia requiere romper con las estructuras de exclusión desde el nacimiento. Esto implica diseñar políticas públicas que empoderen comunidades, reconozcan territorios como espacios de oportunidad y fomenten la participación activa. Como plantea Zygmunt Bauman (2006), las crisis sociales abren posibilidades para transformar las condiciones actuales, porque el lugar de nacimiento no debería definir el destino de una persona.