El reciente fallo de la Corte Constitucional acabó con más de 200 años de historia del monopolio de licores en el país.
En el 2016 se abrieron los mercados para la comercialización del ron; sin embargo, la norma siguió vigente para el aguardiente, que quedo “protegido” con el argumento de que este es un producto regional, por lo que solo se podía comercializar previo convenio entre los gobernadores.
El Aguardiente Amarillo de Manzanares se empezó a producir desde principios del siglo pasado, al que recientemente se le hicieron algunas modificaciones y terminó convirtiéndose en producto estrella de la Licorera, junto con el Ron Viejo de Caldas.
Uno de los componentes muy importantes del éxito del producto son sus 24 grados de alcohol.
La tendencia mundial, de la cual Colombia no es ajena, es el consumo de licor con bajo grado alcohólico.
Los jóvenes por ejemplo, no están interesados en emborracharse, les gusta estar “prendidos” toda la fiesta. De hecho, la cerveza es el producto preferido por el 93% de los consumidores de licor.
De tal manera que los licores nacionales e importados tienen que pelear con sus productos en el rango del 7% de los consumidores de alcohol.
Con el relanzamiento del Aguardiente Amarillo se logró que el producto entrara con mucha fuerza en Cundinamarca y Bogotá -que para el monopolio de licores figuran como el mismo departamento-.
La reacción de Cundinamarca fue hacer efectiva la “salvaguarda” establecida en la norma, con lo que impidió su comercialización en esta región.
La Licorera de Caldas, demandó la decisión enfrentándose abiertamente contra todas las licoreras del país, a las que se les alió hasta el Ministerio de Hacienda. Fue una pelea entre David y Goliat.
Las licoreras alegaban que el monopolio las protegía contra la presencia de los licores extranjeros y nacionales. La realidad es que le tienen pavor a la competencia. Poco les importaba el contrabando.
En Bogotá en medio de la restricción se conseguía el Aguardiente Amarillo al doble del precio de lo que cuesta en Caldas. Práctica que afectaba directamente los ingresos de los departamentos.
Aún con la ley del monopolio vigente, las licoreras han venido cayendo en sus ventas. Antioquia vende 60 millones de botellas al año, le sigue Cundinamarca-Bogotá con 7 millones y Valle con 10 millones de unidades. Están perdiendo la pelea.
La única que está creciendo es Caldas, que vende 40 millones de botellas al año y eso que es un departamento pequeño y que antes de caerse la ley del monopolio solo podía entrar al 30% del mercado nacional.
Hay que hacer unos reconocimientos muy especiales por el fortalecimiento de la Licorera de Caldas, que a principios del siglo estaba desahuciada y que el año pasado tuvo utilidades por $65 mil millones y le transfirió al departamento $38 mil millones. Constante que ha mantenido en los últimos años.
En principio, a Luis Roberto Rivas por su gestión durante los 7 años que estuvo al frente de la empresa. A Andrés Borrero que fue el gerente que demandó la ley del monopolio, al abogado Caldense Pablo Felipe Robledo, que fue el encargado del manejo jurídico del proceso, y al gobernador, Henry Gutiérrez, quien ha sabido respetar el gobierno corporativo de la empresa logrando que con el nombramiento de Diego Angelillis como gerente, la empresa siga funcionando exitosamente.