Bálsamo del duelo con palabras
Carlos-Enrique Ruiz
Dolencias en la vida, todas ellas pasajeras, requieren ser consideradas, asumidas y tratadas por las personas mismas, o con ayudas de cercanos, o por especialistas.
El duelo es el tratamiento de las dolencias desencadenadas por la naturaleza misma de la vida, con situación extrema al tratarse de la muerte de otros.
No disponemos de sistemas para asumir la muerte propia, pero sí para sentir con padecimiento las ajenas, en mayor grado cuando se trata de seres cercanos, de la intimidad de la familia, o de proximidades encadenadas por los derroteros del destino.
Dolencias profundas en el espíritu que llegan a obnubilar el pensamiento y la acción. El referente supremo en la historia de la humanidad es Sócrates condenado a muerte, que la asume con pasmosa serenidad como algo propio de la vida.
A propósito del libro “Los duelos -Un bálsamo de palabras” de Fanny Bernal-Orozco (Ed. Astrolabio, Manizales 2024). Una singular y valiosa selección de columnas semanales suyas en la prensa regional (“La Patria”).
Resultado del ejercicio de la autora por su formación en ciencias de la vida y en las artes, comprometida en el acompañamiento del dolor ajeno.
Docente universitaria, con dotes de continua indagación en el estudio de lectora infatigable, con manera sistemática de tratar casos y de impartir asistencia y lecciones en situaciones dolorosas, con pedagogía solidaria y amorosa, con ponderada reflexión y recursos de ritos, leyendas o anécdotas.
El libro reúne la selección en cinco capítulos agrupados por temas: 1. Por los caminos del duelo, 2. Florecer de las cenizas, 3. Nuevos comienzos, 4. Los rostros de la ausencia, y 5. Remendar el corazón. Estos títulos denotan una misma secuencia en su método de trabajo.
Las páginas se desarrollan con la constante del duelo, sus efectos, acompañamientos y consuelos.
Con alusión a casos de pacientes suyos en expresiones esclarecedores, y a los autores de su diario trajinar, sin dejar de referir a García-Márquez (“La gente que uno quiere debería morirse con todas sus cosas”), a Piedad Bonnett (“Se que en determinados momentos mi dolor se acerca a la locura”) y a Tagore (“Cuando las horas del crepúsculo ensombrecen mi vida,…”), entre otros.
Matiza sus consideraciones con frecuentes preguntas que le asaltan con inquietudes pertinentes, para que pensemos y tratemos de resolverlas, como al referirse al suicidio de jóvenes: ¿Se sentirían amados alguna vez?; frente a la violencia indaga: ¿Cómo están paliando los niños, los jóvenes, los mayores y los viejos sus miedos, su sensación de amenaza?; con respecto a la propia vida: ¿Qué hace usted para impregnar de sentido su existencia?... Y cuando la muerte seduce y la vida no motiva: ¿Dónde hay más dolor, en el vivir, en el amor, en la muerte?
Se reiteran estimaciones sobre palabras que conllevan sentimientos, así: aflicción, tristeza, abandono, miedo, llanto, dolor, sufrimiento, consuelo, ritual, culpa, inseguridad, amenaza, eutanasia, estrés, ansiedad, ruego, sensación de despojo y soledad, inteligencia emocional, autoestima, alegría,...
Con recomendaciones severas de acompañarnos unos a otros, con el cultivo del amor y la fraternidad.
Moraleja. “No tenemos más que un recurso frente a la muerte, hacer arte antes de que llegue.”: René Char.