El verbo ‘oír’ ha muerto. RIP. La noticia de su defunción la dio el padre Gallo en su Oasis del 2 de enero de este recién nacido 2024: “Haz lo mismo con todos tus sentidos. Valora la maravilla de oler, tocar, gustar, ver y escuchar” (LA PATRIA). Antes de su deceso decíamos ‘oler, gustar, tocar, ver y oír’. Pero no es lo mismo ‘escuchar’ que ‘oír’, no importa que la gente los tenga por sinónimos en un ciento por ciento. No siempre cuando ‘oímos’ ‘escuchamos’. Es el caso de Guspéu, que no oye, y, cuando oye, no escucha. El verbo ‘oír’ (del latín ‘audire’ -‘percibir por el oído’) significa primordialmente ‘percibir los sonidos’, consciente o inconscientemente; ‘escuchar’ (antiguamente ‘ascuchar’, del latín ‘auscultare’ -‘escuchar con atención, atender’, a través del latín vulgar ‘ascultare’), ‘prestar atención a lo que se oye’, siempre, ¡claro!, conscientemente. Así, puede decirse que ‘todo el que escucha oye’, pero no ‘todo el que oye escucha’.
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Para J. Corominas, el adverbio de tiempo ‘otrora’, hacia 1913, es un americanismo, que viene del portugués ‘outrora’. Para El Diccionario –que lo acogió por primera vez a mediados de la primera mitad del siglo XX– procede de la locución ‘de otra hora’, y significa ‘en otro tiempo’. Sus sinónimos son ‘antiguamente, antes, en otros tiempos’. Por lo que puede decirse que tiene la preposición ‘en’ implícita. Es, pues, redundante decir o escribir ‘en otrora’, como lo hizo el editorialista de LA PATRIA en la siguiente información: “Ahí están entidades como Aguas de Manizales e Infimanizales, que en otrora eran consideradas joyas de la corona del Municipio” (4/1/2024). “...que otrora eran consideradas...”, así. Lo mismo puede afirmarse de los adverbios ‘antaño’ (‘antiguamente’) y ‘hogaño’ (‘actualmente’).
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‘Fárrago’ (del latín ‘farrago-aginis’ –“forraje, pienso para los animales constituido por la mezcla de varios granos segados en verde; mescolanza”*) es un ‘amontonamiento de cosas desordenadas, de poco valor y superfluas’. De ahí, el adjetivo ‘farragoso’ con el que se califica todo lo que contiene esas cosas, que lo hacen pesado y confuso, como un ‘escrito farragoso’. Pueden, por tanto, calificarse de ‘farragosos’ libros, ideas, exposiciones, explicaciones, el lenguaje incluyente, etc., pero no un ‘terreno’, como lo adjetivó el editorialista de El Tiempo en esta frase: “...para avanzar, nunca a terrenos farragosos en los que pocos ganan...” (4/1/2024). ‘Escabroso, abrupto, áspero, fragoso, desigual, tortuoso’ son adjetivos que califican adecuadamente un ‘terreno’, aunque se tome este término en su sentido figurado, a saber, el “campo o esfera de acción en que con mayor eficacia pueden mostrarse la índole o las cualidades de personas o cosas”, verbigracia, ‘en el terreno del Derecho’. *Martín Blánquez Fraile.
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Son siete las acepciones que El Diccionario le asigna a la palabra ‘destino’, la última de ellas, “meta, punto de llegada”, definición que no tuvo en cuenta el editorialista de LA PATRIA al redactar lo siguiente: “...los turistas que empiezan a llegar a la llamada Ciudad de las Puertas Abiertas desde diferentes destinos nacionales e internacionales...” (5/1/2024). Evidentemente, el autor se refería a los diversos ‘puntos de partida’ (origen) de los turistas cuyo ‘destino’ (término) era Manizales: “...desde diferentes lugares nacionales e internacionales...”: de esta manera sí tiene sentido la información.
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Pregunta el lector de Eje 21 Orlando López García: “¿Es correcto decir ‘para que no se vuelva a repetir’”? (5/1/2024). Esta construcción es pleonástica: como él mismo lo anota, es suficiente ‘para que no se repita’. Pregunta también si es correcto decir ‘te amo demasiado’. Sí, si lo que se le quiere decir a la persona amada es que ‘se la ama en exceso’, es decir, ‘más de lo que ella merece, desmedidamente’. Pero éste no es el caso, lo que hace equivocada esa expresión. Hay muchas formas de expresar ese amor intenso, verbigracia, ‘te amo con toda mi alma, con todo mi corazón, de verdad’, etc. Los enamorados saben hacerlo de maravilla.