Falcao se marchó "tocado". Dayro no dio pie con bola.

Artilleros astutos, instintivos y obsesivos. Ambos desaparecieron en combate, anulados por sus equipos, desconectados por la ineficacia de los pases.
Es la síntesis de un partido sin caricias al balón, disputado, sin categoría en los protagonistas, con ausencia de juego, aunque de esfuerzo valorado.

Ríos no fue Ríos. Robert fue al tiempo Robert y Mateo Garcia (ausente), cubriendo con extenuante esfuerzo el ancho de la cancha.

Riquet fue él, auténtico, cumpliendo doble función ante las fallas de Patiño, en la banda izquierda defensiva.

El Once Caldas, equipo largo, de trámite lento, sin juego entre líneas o cambios de ritmo, con fútbol directo de voleas largas, enredado, sin ideas en la construcción, con generosa concesión de espacios como ocurrió en el gol en contra de Daniel Cataño.

Sin intensidad, sin presión constante. Qué falta hicieron Mateo y Sergio Palacios. Urgente el fichaje de un central derecho.

Saldo justo. Aunque visto el trámite, el empate parece un premio exagerado, para ambos, por encima de la trivial calificación del resultado. Mal jugaron.

La cultura típica que exalta la mediocridad, sin importar el trámite de un partido.

Invisibles Luis Palacio y Felipe Cifuentes, sin explicación a su presencia, con los altibajos de Alejo García y Michel Barrios, aunque más incisivo este último. Por no dar por perdida una pelota allanó el camino para el gol de Riquett, que se logró con garra.

¿Hasta cuándo, Alejo? ¿hasta cuándo la paciencia de ver su lenta evolución y su intermitencia?

Se vio el mismo equipo ante Patriotas, con parálisis injustificada en el rendimiento.
A no ser que el grupo sucumba ante el encanto de la adulación desbordada. O el mal de altura que ataca y marea, como ocurre con Aguirre; la noche con sus desenfrenos o dar por hecho algo que aún no se ha conseguido. Vaya usted a saber.