Fanny Bernal Orozco * liberia53@hotmail.com

 

En esta sociedad, en la cual muchas personas se creen con el derecho a opinar, juzgar, señalar y burlarse del dolor y los duelos por los que transitan otras personas, llama la atención cómo tienen el tiempo para llenar de comentarios las redes y decir cuanta cosa se les ocurre, sin respetar el sufrimiento de las familias que se encuentran en duelo por la muerte de alguien.

Estas personas que se alimentan de las críticas y las burlas, quizás no se han puesto a pensar que el solo dolor por la muerte inesperada de un ser querido, es inmenso y que, de contera; además tienen que lidiar con cuanta pregunta y comentario indiscreto hacen gentes sin consideración, sin respeto y sin escrúpulos.

Hace varios años, recibí en consulta a una señora cuyo hijo había muerto por suicidio y lo supo de manera inmediata por un video que amigos le mandaron. Ella tenía mucha rabia y dolor. Su duelo fue un carrusel de emociones y le atormentaban de manera constante los rumores y chismes. Para ir a trabajar salía presurosa para no tener que hablar con nadie.

Fue un duelo sin red de apoyo cercana, debido a las reacciones de las otras personas. Esta dura vivencia la llevo a afirmar que no entendía cómo ante un suceso de estos, la gente mostraba tanta maldad con los sobrevivientes y tan poca consideración con la persona fallecida.

Casos como este no son aislados, la morbosidad de algunas personas no tiene límites; guardan los videos y se jactan de conocer detalles de la familia, hacen preguntas irrespetuosas y creen que ayudan usando frases que lastiman como:

 

- No te preocupes tanto, por lo menos ya sabes dónde está.

- Qué pesar que un ser tan bueno no pueda entrar al cielo. Reza, reza mucho para que Dios no lo castigue a él ni al resto de la familia.

- Pídele a Dios que lo deje entrar a su reino.

 

Pero en vez de apoyar, algunas personas, sin ninguna consideración, condenan a los dolientes al silencio y, a veces, a encerrarse para no tener que oír tanta majadería. Pocos piensan en el dolor, en las noches sin dormir, en las preguntas sin respuestas, en la necesidad de presencia, en la soledad, en la frustración; cuando según las narrativas de la señora: ‘Faltaban tantas cosas por compartir…’

Respeto, empatía y compasión son valores para conjugar en tiempo presente, tanto con los dolientes, como con las personas que ya han partido.

 

* Psicóloga - Docente titular de la Universidad de Manizales.

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