La libertad de expresión es un derecho consagrado en los países democráticos, esos que no están sometidos a la prohibición del pensamiento independiente, descartando el pisoteo al libre desarrollo de la actividad intelectual y sus prohibiciones en los países que no tienen ese precepto o que son declaradas o hipócritas dictaduras.
Ahora se ha desatado una fenomenal y muy estridente posición frente a la libertad de expresión, basados en que es un derecho que tenemos todos los que actuamos o escribimos en un medio de difusión, y esa defensa está bien que se haga, pero como todo derecho, tiene unas obligaciones que debe cumplir el comunicador social, elementales en el ámbito académico y cultural, en el que no se puede difamar, inventar noticias falsas, hacer escritos o plasmar artículos u opiniones que no sean veraces y que se basen en mentiras, desinformando y engañando a la gente.
Hace ya varios años, Pava Quiceno, un columnista de La Patria, escribió un artículo en el que se refería a mí con una introducción muy larga, con múltiples palabras grotescas y descalificadoras, en el cual hacía, sin ruborizarse, afirmaciones falsas que por supuesto no valía la pena discutir con alguien que, como él, cree que puede escribir lo que quiera y como quiera, sin importar que lo que diga sea falso y contrario a la realidad. Yo estoy seguro de que hoy, ese mismo columnista, no repetiría al pie de la letra su vulgar diatriba, sabiendo que la función de un columnista no es la de escribir sin recato alguno. Él no debe recordarla, supongo, pero quedó escrita para siempre, sin que pueda borrarse. Pero si la recuerda, estoy seguro de que no sería capaz de reescribirla igual, al pie de la letra, como lo hizo entonces.
Yo decía alguna vez que el problema que él tenía no era qué pensaba, sino que pensara que pensaba. Eso lo sigo creyendo, aún con su formación académica nueva de abogado y penalista que dice ser. Todo esto para decir que la libertad de expresión no es un salvoconducto, que permita el porte ilegal de falsedades, mentiras o noticias amañadas, con las que se falta a la verdad y se le causa un gran daño al ejercicio del periodismo. La FLIP es una organización que se supone existe para defender la libertad de prensa. Eso es correcto y debe ser aplaudido. Lo que no puede pasar es que los comunicadores sociales, sin recato alguno, se empeñen en construir falacias, con sofisticadas pero nauseabundas y criticables artimañas con las que desinforman a la gente, haciéndole creer cosas que no son verdad, esas que después de demostrado son mentiras, ya no pueden ser corregidas en el inconsciente colectivo.
Cuando un noticiero, un periódico, una revista, un medio de comunicación masivo difunde noticias falsas no está amparado por la libertad de prensa, porque el pilar fundamental de un periodista, sin importar su inclinación ideológica o su postura política, es ser un comunicador de la verdad, con opiniones basadas en evidencias o con conceptos que tengan asidero en la realidad, sin deformarla para construir una realidad paralela; que corrige cuando puesto en evidencia, con pequeños avisos fuera de contexto, quedando para siempre la impresión de su interés en la felonía de mentir o tergiversar la realidad de los hechos.
Periodistas como Vicky Dávila, Néstor Morales, Carlos Antonio Vélez y su hijo Luis Carlos Vélez, Salud Hernández Mora, entre muchos otros, acompañados y patrocinados por sus medios, Caracol Noticias y TV, RCN Radio y TV, Blu Radio, Semana y muchos otros periódicos que perteneciendo a los clanes de los caciques políticos o de los grandes empresarios de este país merecen todo el reproche por su acostumbrada tendencia a la información falseada, mentirosa y tendenciosa.
Para estos medios, cuando cometen la irregularidad de difundir mentiras, la libertad de prensa no es un derecho que los cobije, con el cual pueden resguardarse impunemente de sus desvaríos y falsedades. El periodismo debe ser libre, pero tiene que ser serio. No puede estar apuntalado en el perverso interés de confundir a los que los leen o escuchan, sin que les importe, solo porque la solidaridad de cuerpo, en casos comprobados de falsedad o mentira, le quita todo el poder ético y veraz que es obligatorio en el ejercicio del noble arte del periodismo. Tenemos la obligación constitucional de respetar la libertad de prensa, pero los medios y los periodistas están obligados por la misma Constitución a no hacer periodismo falaz y mentiroso.