Hablamos la semana pasada de un tema de actualidad: “Induciendo a la muerte”, con motivo del suicidio de la estudiante de la U. Javeriana, dra. Catalina Gutiérrez Zuluaga, nacida en Manizales. Lo escribí porque me parece un tema delicado, que ha pasado inadvertido por todas partes, algo a lo que nadie quiere hacerle frente y de lo que no quieren hablar. 

Pero la realidad es que la situación es mucho peor de lo que todos pueden imaginar. Por eso volvemos a escribir con nuevos personajes y con situaciones que muestran que es algo escandalosamente alto, una realidad de inducción a la depresión y trastornos del comportamiento que muchas veces terminan en la muerte.

Estoy seguro de que si se tratara de uno de sus parientes, o de uno de sus hijos, o de uno de sus padres, la reacción que tendrían los lectores sería distinta y comenzarían a preocuparse por algo que ya nadie puede esconder, porque comienza a hacerse viral el número de denuncias sobre acoso sexual, maltrato, maneras desobligantes y grotescas con las que docentes y “eruditos” tratan a sus alumnos, sin importarles lo que pueda pasar, con la convicción que tienen equivocada por supuesto, de que aprender es una tarea difícil, en la cual no solo se necesita invertir dinero y tiempo, sino someterse a toda clase de arbitrariedades, que los estudiantes callan por miedo a la represalia y por ese poder absurdo que tienen los profesores sobre sus alumnos, a los que muchas veces tratan como cosas, sin importarles el resultado de su comportamiento.

No lo hacen solo profesores mediocres y malos, está entronizado en los que lideran los grupos de estudio de las universidades, donde son vistos como “deidades”, a las que se debe obedecer sin importar las consecuencias de sus desatinadas órdenes y malos tratos.

Escribió una larga carta en las redes @Saramaríam, una médica interna que cuenta con detalles las humillaciones y situaciones de acoso a los que son sometidos y “la llegada a revisar los pacientes y esperar el cirujano para comenzar la ronda; cuando el cirujano llegó lo primero que dijo fue -mis próximas suicidadas…” Ella lo enfrentó y le dijo que habían decidido, por su comentario, no pasar ronda con él. “el muy cínico no fue capaz de disculparse, solo me dijo que si quería retirarme no le veía problema, inmediatamente la médica general me reportó a las directivas del hospital”.

Parece una majadería, pero no lo es. Ya conocimos el caso de Johan Sebastián Castellanos, estudiante de la U. de los Andes, que se suicidó debido al matoneo. Esto parece poco, pero no lo es, es más frecuente de lo que la gente piensa. No podemos permitir que pase por esas razones. Están todos los estudiantes obligados moral y éticamente a denunciar a quienes los acosan o arrinconan, poniendo en riesgo su salud mental y su vida. 

El derecho a la vida y el de respeto a la dignidad no son opciones de un profesor sin tripas, son una obligación que sino cumplida, debe tener consecuencias legales y jurídicas severas. No bajaremos la guardia y denunciaremos todos los actos que impliquen violencia contra estudiantes, incluido el tan frecuente acoso sexual con el que muchos cambian seso por sexo.