Una semana con la alegoría a la vida de una persona, que, por sus cualidades personales, sus dones de servicio y su contribución a Manizales y Caldas, ha dejado en alto el nombre de esta raza pujante desafiando todos los días el acontecer para dejar su huella imborrable entre todos los que viven en este departamento.

Hace muchos años se creó el Hospital Infantil de Manizales, conocido popularmente como “El Hospitalito”. Entre las personas que en él trabajaban no podemos dejar pasar por alto el nombre del doctor Antonio Duque Quintero, un cirujano pediatra que estableció paradigmas nuevos en la atención a los menores enfermos que necesitaban los servicios de cirugía.

Él, con el doctor Norman Salazar y la doctora Cecilia Correa, anestesióloga, además de los muchos médicos que allí laboraban a diario, hicieron de ese centro un ejemplo a nivel nacional en la atención de los niños que los necesitaban.

El doctor Antonio Duque llevó a la ciudad los últimos avances que había para la época en la cirugía pediátrica. Fuimos muchos los que de él aprendimos y no pocos los que con él se especializaron.

Dominaba el arte y tenía el más alto concepto de la dignidad humana, con la característica de ser un abanderado del trabajo social en beneficio de la población infantil de la ciudad.

La labor social desplegada por su equipo era digna de admirar, guardando siempre los paradigmas de la ética y la dignidad por encima de cualquier interés personal.

Fueron otras épocas, antes de que el Hospital Infantil se convirtiera en un centro hospitalario entregado a entidades con ánimo de lucro, que atienden toda clase de pacientes, con los más bajos niveles de lo que representa el ejercicio médico.

Todas las generaciones médicas salidas de la Universidad de Caldas tuvieron que ver algo con él, de él fue mucho lo que aprendieron.

Su dedicación era total, sin más límites que los que le imponía la necesidad de la naturaleza humana, obligada a descansar después de largas jornadas de trabajo, que hacía con amor, dedicación, excelencia y pulcritud.

El Hospital Infantil de Manizales dejó un recuerdo imborrable entre todos los que tuvieron relación directa o indirecta con la institución.

El doctor Antonio hizo parte de esa generación de médicos que hicieron grande la Facultad de Medicina de la Universidad de Caldas, que le dieron renombre a nivel nacional, siendo reconocida como una institución emblemática en el área de la salud y los servicios a los menos favorecidos y los más necesitados.

Por personas como el doctor Antonio Duque la Medicina cumplía de verdad con los principios que una vez tuviera la profesión, basados en el juramento Hipocrático y sus pilares esenciales para ejercerla con dignidad y altura: “Juro por Apolo el médico, por Asclepio, Higia y Panacea, por todos los dioses y todas las diosas, tomándolos como testigos, cumplir fielmente, según mi leal saber y entender, este juramento y compromiso… Si el juramento cumpliere íntegro, viva yo feliz y recoja los frutos de mi arte y sea honrado por todos los hombres y por la más remota posterioridad. Pero si soy transgresor y perjuro, avéngame lo contrario”.

El dr. Antonio Duque Quintero y su equipo merecen todo el aplauso y la admiración de una sociedad, que por desgracia ha cambiado los valores y degenerado los principios.