¿Cómo escribir de él, sin hacer referencia a ella? ¿Cómo no hacer el reconocimiento a una persona que es la media vida del otro, aunque él pueda decir que es su vida entera?

En fin, ¿cómo dejar pasar por alto el valor de un ser humano excepcional, que ha servido de inspiración a su esposo y a múltiples generaciones que en Manizales la han tenido como guía y referente?

Escribo sobre Livia González de Ruiz, la mujer que ha estado al lado del profesor Carlos-Enrique Ruiz toda una vida, desde que se conocieron, y lo estarán hasta que la vida los separe, ojalá tarde, para que se reencuentren en el infinito.

Ella es una mujer excepcional, con todas las cualidades que se puedan escribir de un ser humano.

Es educada, culta, noble, preparada, sencilla, honesta, portadora de grandes conocimientos e inspiradora de los mejores momentos de una vida llena de amor y buenas venturas en su vida personal y en su vida de pareja.

Estudió música por un acaso, que pareciendo increíble, es real.

Ella acompañaba, en la década de los 50, a un niño a tomar sus clases de música, pero el niño no parecía estar muy dispuesto a aprenderla, razón por la cual ella asistía, para tomar las notas y después explicarle a él lo que le habían enseñado.

El niño terminó por dejar sus clases; la madre del pequeño le dijo que no podían perder dicho violín, razón por la que ella tomó su puesto y se inscribió en el Conservatorio Musical de Caldas, donde contra todo lo que esperaba, le dijeron que no tenía las manos para el violín, pero que sí las tenía para el violonchelo.

Ella trató de esquivar el curso, pero cuando la llevaron con el profesor vio que podía tocarlo, se enamoró de ese instrumento y lo aprendió a tocar con tal profundidad que se convirtió en un icono musical en Caldas.

Era violonchelista, violoncelista o chelista. Lo tocaba sentada sobre una silla, manteniendo su instrumento sujeto con las piernas, lo apoyaba en el suelo con un tallo de metal llamado pica, puntal, espiga o pívot y frotando las cuerdas con un arco.

Sus ejecuciones eran magistrales y siempre será recordada por eso. Desde entonces esta mujer ha sido una incansable maestra en el arte de la música, de la que ha disfrutado con notas profundas su vida y ha realizado obras importantes y programas que han sido inigualables en Caldas.

Puede oírla y verla en https://youtu.be/QKWYXaXP318?si=kSlJ7ReiaytXLYMI

La mejor descripción de esta mujer excepcional la hace su esposo en entrevista con Gloria Luz Ángel, en la revista Aleph: “Livia y yo somos pensionados o jubilados (¿despensionados y jubilosos?), como docentes de toda la vida.

Ha sido mi aliada y soporte más férreo, desde nuestros tiempos de alumnos, ella en Música y yo en Ingeniería. Y desde la edición N.º 1 de la Revista viene conmigo... Se la ha jugado toda conmigo, paso a paso, en el amor, la solidaridad, la palabra… Es lectora voraz y portadora de juicios reflexivos. La vida es siempre un riesgo, una aventura. Y transitarla en alianza indisoluble, empática, nos depara comprensión, consuelo y alegría”.

Una persona como ella, una mujer con las cualidades que todo hombre quisiera tener a su lado, merece todo el aplauso y el reconocimiento de una sociedad, a la que le ha aportado el don sin precio de la cultura, la dignidad y el amor.