Escribir sobre las personas que se destacan en una región, por su trabajo, su forma de actuar y de pensar, su generosidad, sus obras que son trascendentes, su sentido de la compasión y del compromiso social, parece una tarea fácil, para muchos una tontería; pero no lo es.
Hay muchas personas que tienen esas cualidades, pero lo hacen tan desprevenidamente y sin vanas glorias, que pasan desapercibidos para la sociedad que se beneficia con sus acciones y su forma de hacer las cosas.
Son personas que sirven de ejemplo en una comunidad que, en los tiempos actuales, tiende con celeridad a perder los valores, haciendo que lo importante pase a segundo plano, mientras lo fútil, lo superficial, lo que está regular o mal hecho se convierta en un modo de vida generalizado, que causa efectos devastadores sobre una sociedad y sus integrantes, normalizándolo y convirtiéndolo en un estilo de vida, que, aunque indigno, es emulado por muchos.
Hablaremos hoy de dos personas que, en la misma profesión, con distinta forma de ejercerla, son la garantía de que lo que se hace, se puede hacer con dedicación, amor, hacerlo bien y bellamente.
Los locos, orates o idos, no necesitan tratamientos distintos a los de controlar sus impulsos, por medio de medidas farmacológica o médica, que los controlan o aíslan.
Los que se deprimen, los que sufren, los que se angustian, no están locos como cree la gente, están esperando encontrar una salida que les permita vivir con dignidad, paz y decencia, sin otro aliciente que sentirse bien en el día a día.
Por eso hablaremos de dos personas que los ayudan ejerciendo la misma profesión, desde distintas perspectivas y diferentes modos, pero con honestidad y decoro.
Por un lado, esta Patricia Mejía de los Ríos, una psicóloga de la Universidad de Manizales, especializada en terapia de pareja, rupturas amorosas, con sus posibles procesos de reconstrucción ante la separación, el divorcio o la viudez.
Se dedica con su alegría, conocimiento y optimismo a ayudar a los que se encuentran en situación de desesperanza.
Lo hace con profesionalismo sin par, con un sentido de la ética que supera todas las barreras, sin dejarse manipular, ni prestarse para juegos amañados, frecuente hoy, en los que esa profesión sirve para estigmatizar la gente que a ella recurre.
Son muchas las personas que en su consulta o en sus terapias de grupo, encuentran los hilos con los que pueden tejer un estilo de vida que ponga fin a sus dramas del diario vivir.
Por el otro lado está Fanny Bernal Orozco, psicóloga con estudios en arte y psicología, magister en docencia e investigación, con dedicación a la restauración de relaciones familiares y el tratamiento de la dependencia a las drogas. Además, experta en duelos personales o familiares, altamente calificada en el estudio y trabajo con personas afectadas en su entorno por el suicidio.
Su forma de ejercer la profesión es esencialmente cordial y bien estructurada, siendo docente universitaria y escritora de artículos en el periódico y de obras científicas en su área como: “Asuntos pendientes”, “Los duelos y la muerte. Escribe una columna en La Patria, “Había una Vez”, en la que semanalmente deja claras enseñanzas de buena actitud para la vida cotidiana.
Personas como Patricia Mejía y Fanny Bernal merecen por su dedicación, transparencia y trabajo, todo el aplauso y el reconocimiento de los que habitan esta ciudad elevada en las montañas.