Hablamos de Guillermo Trujillo, el personaje paradigmático que tuvo Manizales, despreciado por una sociedad pacata e hipócrita, que “ama los pasivos de la gente y detesta sus activos” porque es una sociedad envidiosa; llena de tramposos, de sepulcros blanqueados, falsos adalides de la moral de un pueblo, cuando esconden no pocas veces, la suma de las siete pasiones arraigadas, conocidas como los pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
Para terminar el tema del llamado con desprecio “El enterrador de la comarca” tenemos que remontarnos a su historia familiar, personal y profesional para entender que personas como él son las que le hacen falta a Manizales, para que la ciudad no solo sea la de “las puertas abiertas”, sino y lo más importante la de las ventanas no cerradas como las tiene, sino expandidas de par en par, porque en ella no habría nada que esconder. Pero una ciudad que fue levantada en las alturas como ejemplo del empuje de una raza, se llenó de individuos que no soportan el éxito de los otros que están tranquilos cuando los ven en dificultades, con palmaditas de espalda, con las que, en teoría, falsa por demás, manifiestan una solidaridad que no tienen.
La empresa de textiles Única, que “hacía un poco menos, pero lo hacía mucho mejor”, tuvo los nuevos accionistas que el 17 de octubre de 1984 la convirtieron en “la Productora de Hilados y Tejidos Única S.A.”. Desde 1986, con Guillermo Trujillo Estrada, la empresa comenzó su actualización tecnológica, para las exigencias del mercado y la capacidad para competir a nivel mundial. “El 1 agosto de 199…como decisión de los principales accionistas de la empresa, La Corporación Financiera del Norte, La Corporación Financiera del Valle, y La Corporación Financiera de Caldas, entró como presidente el Dr. Hernán Darío Sierra Arango…”. “Él se encargó de contratar personas que estudiaran la empresa para analizar su situación financiera, y logró encontrar que la empresa era muy grande, producía mucho pero ganaba muy poquito”. (Escobar, 2011).
La planta antigua era obsoleta e ineficiente, entonces se cerró. “Tuvo que liquidar a más de 1.000 empleados bajo la autorización de la Oficina Regional del Trabajo en Caldas, que realizó un estudio muy detallado de la situación económica de la empresa, y procedió a autorizar los despidos”. Guillermo intentó salvarla, pero las exigencias del sindicato, con trabajo a media marcha y un paro total, impidieron que se hiciera realidad su reactivación, coincidiendo con la apertura económica que quebró a todas las textileras de Colombia, mucho más grandes como Fabricato, Coltejer, Tejicondor, entre otras. Pero para mucha gente de Manizales, incluido el sindicato, la culpa había sido de él, sin tenerla.
Fue así como emigró con su familia, la dignísima Clemencia Sáenz y sus hijos, Andrea, Camilo y Sebastián. Coincidió con el intento de la Federación de Cafeteros de crear Juan Valdéz, lo que no pudo hacer porque faltaba un socio. Entonces él se asoció y fue posible levantar lo que hoy es un símbolo paradigmático internacional del café de Colombia. Cuando ingresó a la Federación como empleado se retiró de la sociedad y no obtuvo ganancia alguna. Es a este “enterrador de la Comarca” al que debemos que seamos reconocidos en el mundo por el café. Todo el reconocimiento a un hombre despreciado en una sociedad, que logró con decencia y honestidad sobreponerse a todos los obstáculos y trampas que le pusieron. ¡Todo el reconocimiento a él y a su familia!