Gonzalo Duque Escobar

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@godues

Dadas las consecuencias de usar el sistema financiero internacional como arma, al intensificarse las contradicciones entre los acuerdos legales, instituciones y agentes económicos formales e informales frente al dólar estadounidense, por la inestabilidad del valor de la moneda y otros efectos indirectos asociados a la política de “sanciones”, sumados a problemas políticos por la confiscación de activos, muchos países de peso geopolítico están implementado una estrategia de desdolarización y diversificación de las divisas para la liquidación de bienes y servicios.

Es el caso de los países asiáticos e incluso el de Egipto, desde que los Estados Unidos acompañado luego por la UE desplegó armas financieras contra Rusia tras el conflicto en Ucrania, o el de Turquía que recurre a ello teniendo en cuenta que forma parte de la OTAN, aunque también existen acuerdos anteriores para transacciones bilaterales, caso Bangladesh e India, o Bangladesh y Rusia, que recurrieron al renminbi chino, o Arabia Saudita en ventas de petróleo, e incluso Brasil y China.

Si el 2001 las reservas de divisas en dólares eran el 73% mostrándose como la principal moneda de reserva, actualmente su participación ha caído cediéndole paso al euro, al franco suizo, al dólar canadiense, al dólar australiano y al won surcoreano. Para ver el cambio, según el FMI a finales del 2022 tenemos que las reservas mundiales en dólares apenas ascienden al 58,4%, con el euro en un segundo lugar (20,47%), el yen japonés en tercero (5,51%), y el renminbi chino (el yuan) en cuarto lugar (2,69%).

Por “desdolarización” se entiende el que un país deje de usar el dólar como moneda en su comercio internacional, ya por razones ideológicas subyacentes como la de menoscabar la supremacía de los EE.UU. en la economía mundial; y por conveniencia geopolítica y motivos económicos como atenuar el riesgo frente a dudas sobre el manejo monetario de la Reserva Federal –FED- y la volatilidad del tipo de cambio entre divisas. No obstante, al desarrollarse el comercio la decisión sobre qué sistema cambiario adoptar se torna compleja.

Aunque la desdolarización puede ser institucional u oficial si es impulsada por el gobierno y el banco central del país, o informal, si es una respuesta social a la inestabilidad monetaria caso Venezuela y Ecuador. En Colombia, donde tenemos una política monetaria muy seria respaldada por la gestión responsable y solidez del Banco de la República, no tiene sentido dolarizar la economía, a no ser que surja la amenaza de una devaluación fuerte o repentina del tipo de cambio del país.

En Latinoamérica, mientras que Venezuela o Argentina se consideran informalmente dolarizados, oficialmente Panamá adoptó el dólar junto al balboa en 1904 al separarse de Colombia, y también el dólar en lugar del sucre circula en Ecuador desde 1999, tras una grave hiperinflación; similarmente desde finales del 2000 Salvador tomó la decisión unilateral de dolarizarse, y por último Cuba, donde los dólares circulan de forma informal como formal. El de Venezuela en particular, es un caso de dolarización transaccional y financiera, de facto y parcial.