Gonzalo Duque Escobar

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Sabemos que en la ecorregión cafetera, donde han brillado escritores como Adalberto Agudelo, Adel López, Agripina Restrepo, Albeiro Valencia, Alonso Aristizábal, Antonio María Flórez, Baudilio Montoya, Belisa Botero, Bernardo Arias, Blanca Isaza, Carmelina Soto, Chila Molina, Dominga Palacios, Eduardo García, Eduardo Jaramillo, Elías Mejía, Fabio Vélez,  Flóbert Zapata, José Jaramillo, Luis Vidales, María Eastman, Maruja Vieira, Miguel Álvarez, Natalia Ocampo, Octavio Escobar, Orlando Mejía, Óscar Jurado, Otto Morales y Uva Jaramillo –entre otros y otras-, aunque existe una tradición literaria que por fortuna continúa, tenemos un Centro Cultural cuyo nombre evoca al arquitecto Rogelio Salmona su diseñador, pese a que el proyecto fue pensado desde la Universidad de Caldas como un espacio para realzar y fomentar nuestra cultura, como factor de identidad.
Dicho Centro Cultural, que por ser un espacio de encuentro entre las ciencias, las letras y las artes, e integrar el Centro de Ciencias Francisco José de Caldas, con una biblioteca, un conservatorio y un teatro, por razones de toponimia u onomástica merece otro nombre que en lugar de destacar sus atributos arquitectónicos, le haga honor a su objeto y naturaleza subrayando esta infraestructura como centro de la cultura de nuestro territorio, y buscando resaltar el  lugar como nodo fundamental creado para impulsar el desarrollo social, económico y educativo de la ciudad y la región, al evocar un ícono más adecuado para construir sinergias en los procesos de fortalecimiento y consolidación de las industrias creativas y culturales, con una denominación  que inspire y estimule la creatividad mediante el rescate de los valores de nuestro patrimonio cultural.
El majestuoso Centro Cultural concebido con una capacidad de 3000 usuarios, cuya área de 16.108 m2 ocupa una superficie aproximada de 21.000 m2, emplazado sobre una ladera de la Comuna Universitaria y en medio de zonas verdes que, aunque se concibe en 2003 e inicia en 2014 y se inaugura en 2018 tras una inversión de $28 mil millones, es una obra magnífica que, a pesar de sus atributos arquitectónicos, donde se integran orgánicamente el paisaje urbano y natural, la iluminación artificial debe replantear su diseño para corregir su carácter energívoro, ya que noche tras noche sin necesidad alguna se muestra con todas las luces encendidas hasta que se cierra la última oficina.
Pero entonces, en cuanto a su denominación tratándose del primer centro cultural de la región, y como tal de un bien público cuyo destino institucional es la cultura, por qué en lugar de asignarle el nombre de un talentoso arquitecto cuya obra no se discute, ¿por qué no renombrarlo con un valor supremo de nuestra cultura? y ¿podría acaso enaltecerse a Maruja Vieira (1922-2023) por tratarse de una de las diez mujeres centenarias escritoras de esta región exaltadas por el Banco de la República en sus 100 años de fundación, ya que esta escritora, poeta y académica con más de 20 libros publicados, acaba de partir para el Oriente Eterno?. Algo similar deberíamos hacer con el parque Rafael Arango Villegas renombrado indebidamente “De la mujer”.
Sus méritos literarios y académicos han sido honrados con diversos premios: además de la Orden Aquilino Villegas y de la Cruz de Manizales, recibió la Gran Orden de la Cultura y el premio Vida y Obra del Ministerio de Cultura, la Medalla Simón Bolívar del Ministerio de Educación, la Medalla Honor al Mérito Artístico de la Alcaldía de Bogotá y la Orden José Acevedo y Gómez en el grado Cruz de Oro otorgada por el Concejo de Bogotá. Súmese a lo anterior la Orden Gabriela Mistral concedida por la República de Chile en el 2023, y la Orden Nacional al Mérito en el grado de Gran Cruz otorgada por la Cancillería de la República de Colombia.
Restaría señalar algunas de sus obras, varias de ellas disponibles en la Web: Campanario de lluvia (1947), Los Poemas de Enero (1951), Poesía (1951), Palabras de la ausencia (1953), Ciudad Remanso, Popayán (1956), Clave Mínima (1965), Mis propias palabras (1986), Tiempo de Vivir (1992), Sombra del amor (1998), Todo el amor (2001), Antología Poética (2006), Los nombres de la ausencia (2006), Todo lo que era mío (2008), Rompecabezas (2010), Tiempo de la Memoria (2010); Creación y Creencia (2012), y Una Ventana al Atardecer (2018).