Si revisamos el inventario de los inmuebles construidos por la Iglesia y las comunidades religiosas en estos 175 años de Manizales, encontramos valiosas inversiones que representan activos significativos y a veces imperceptibles. Las zonas afectadas después de los años por el desarrollo urbanístico, han valorizado estas propiedades, construcciones y lotes, en cifras descomunales.
Haciendo un ligero repaso encontramos, partiendo desde el oriente, el Seminario de La Consolata, Seminario Mayor en La Florida, Colegio Santa Inés de la comunidad Franciscana, Colegio de Cristo de los Hermanos Maristas, Seminario de los Redentoristas en Alta Suiza, Clínica Psiquiátrica de la comunidad de San Juan de Dios, Instituto San Rafael, Universidad Luis Amigó, Universidad Católica, Seminario Menor, Colegio de Nuestra Señora del Rosario, Colegio San Luis Gonzaga de los Jesuitas, La Visitación, Seminario de los Claretianos y el Convento San Pedro Claver, Colegio de Los Ángeles, Clínica de La Presentación, Casa Mariana, la sede antigua del Colegio de Cristo en el parque Fundadores, La Valvanera, La Milagrosa, Colegio del Sagrado Corazón, Seminario Los Agustinos en La Linda, colegios de Nuestra Señora y Liceo Arquidiocesano, Colegio de La Presentación, Villa Kempis, Colegio Filipense y Gemelli en La Francia.
Estas pueden ser las construcciones más emblemáticas y de mayor recordación; algunas permanecen y hacen parte de la historia, otras cambiaron de propietario y hasta de morador; sin embargo, la reflexión es, cómo se gestaron los proyectos, quiénes escogieron los lotes, los diseños, cálculos estructurales y los recursos económicos para la elaboración de obras de tal magnitud. Es indiscutible que detrás de este patrimonio cultural, espiritual y académico esté la Iglesia o comunidades religiosas, que veían tierra próspera para afianzar sus proyectos institucionales, pero se requería el apoyo tutelar de la casa matriz, porque no estamos hablando de obras de poca monta, muchas de ellas construidas con materiales importados.
De todas maneras, si traemos a valor presente esas abultadas inversiones, hoy sería imposible e inalcanzable soñar con un proyecto de esta magnitud. Por eso guardemos gratitud por esos hombres y mujeres visionarios que vieron en estas montañas, la posibilidad de educar generaciones de hijos de labriegos y arrieros. Manizales sigue manteniendo una vocación hacia la educación y la academia, orientación que nos dejaron aquellos religiosos cuando visualizaron en la comunidad un deseo por prepararse y cambiar el destino de sus vidas.
Reto grande para los futuros dirigentes, cuando muchas de las obras las guarda la ciudad como testimonio de lo que fue el talante de quienes las gestaron.