Imposible no asociar la posesión de Donald Trump con el naufragio del Titanic.
Mientras el trasatlántico se hundía, la orquesta seguía tocando, los pasajeros bailaban y, muy cerca del lastre, tras las rejas, los viajeros de tercera clase.
Similar escena se recreó en el espectáculo de investidura del 47 presidente de los Estados Unidos. Mientras el magnate anunciaba su retiro del acuerdo de París, con las previsibles consecuencias para la pervivencia del planeta, o de la OMS que impactará investigaciones vitales para conjurar enfermedades mortales como el sida o la malaria; los asistentes, al menos los que vimos en la transmisión televisada, se pusieron de pie aplaudiendo emocionados.
Una escena repetida varias veces en anuncios de consecuencias “apocalípticas”, racistas o de rampante matoneo imperialista, como el de tomarse el canal de Panamá, así fuera por la fuerza, o Groenlandia o ..., dejando de lado cualquier cooperación entre los pueblos, indispensable para sortear las crisis planetarias y hacer de este un mundo mejor.
A propósito, dice el profesor Wasserman: “gracias a la cooperación, el “homo sapiens” fue la única de las especies humanas que sobrevivió frente a las otras que deambulaban a tientas por la tierra.
El reinado del rey Sol, (Luis XIV) se valió del espectáculo para eclipsar a sus súbditos acallando cualquier duda acerca de quién era el soberano al cual debían rendirle tributo mientras inclinaban, forzadamente la cerviz. Subordinó a la nobleza, manteniéndola bajo estricta observación. Casó un sinnúmero de guerras.
Un contubernio entre Dios y el monarca que, adquirida la “legitimación divina”, lo seleccionó, de entre todos los mortales para llevar a cabo la magna tarea de gobernar Francia y alcanzar el dominio de la Europa de los siglos XVII y XVIII. Arrogante en su enajenación, no se percató, o no quiso hacerlo, de que el final de su reinado estuvo signado por una decadencia que acabó con la hegemonía de Francia, mientras crecía a pasos agigantados el descontento del pueblo.
Finalmente, el reinado de Luis XVI, bisnieto del anterior, acabó con la monarquía haciendo cola frente al patíbulo para ser guillotinada.
La primera gran ovación se dio, luego de que el mundo entero lo oyera pronunciar, haciendo referencia al atentado sufrido en Pensilvania cuando una bala rozó una de sus orejas: “…creo hoy más que nunca que mi vida fue salvada por un motivo, Dios me salvó para que Estados Unidos sea grande de nuevo…”
Y para colmo de males, este es el referente de algunos de nuestros precandidatos a la próxima presidencia de Colombia.