Las personas tienen una amplia variedad de conductas parlantes, desde aquellas silenciosas, casi no producen palabras sin estar enfermo, hasta las que son consideradas parlanchinas. En el rango entre una y otra forma de comportamiento, existe una gran variedad de actuaciones relacionadas con el intercambio interpersonal o simplemente como expresión oral, aún sin una contraparte visible a corta o larga distancia.
Existen muchas formas para calificar las actitudes de los seres humanos, que comprenden las personales y de otros, frente a los mecanismos de las convivencias sociales humanas y en determinadas ocasiones con las que se tienen con otros animales, desde las mascotas hasta otros domesticados.
La expresión oral es un excelente mecanismo de comunicación. En varias oportunidades es indispensable para lograr objetivos inmediatos, tal como sucede con los coloquios o conversatorios presenciales o virtuales, guardando un mínimo de reglas que en primer lugar permita que todos hablen y puedan ser escuchados ordenadamente, lejos de la algarabía, inoportuna e insoportable, que lleva a una absoluta comprensión de ideas y expresiones.
Acaba de aparecer un artículo científico, Science, sobre una investigación conducente a identificar la causa de los llamativos colores de los loros. ¿Quién en su vida adulta no ha visto en vivo un loro?
Ahora es más difícil que los niños citadinos los vean y se recurre a los pocos zoológicos, reservaciones, fotografías o videos para mostrarlos. Las gentes que habitan las zonas rurales fácilmente los identifican, aunque geográficamente en donde se hallan son actualmente más restringidas.
Antaño, a partir de la niñez, veían y conversaban, a su modo, con los loros que se hallaban en los patios, ya sea en libertad o en las jaulas o sobre la vara de estar, dentro de las casas. Les asignaban diferentes nombres y ellos respondían mediante gorgoteos a estímulos. Era un placer verlos y oírlos; todo se acabó con las normas de protección de animales.
Las investigaciones determinaron que los genes codifican enzimas y estas determinan substancias químicas, psitacofulvinas, y sus estructuras terminales dan la característica del color de los loros: el amarillo, el rojo y el verde. El azul depende de la luz y de la interacción con la pluma. Expresa el artículo que el color rosado de los flamencos depende de la ingesta de camarones. ¿Los costeños podrían ser rosados?
Ahora, cuando la verborrea entendida como palabrería inunda el país, viene la consideración de símiles con los loros a lo que hay que agregarles los colores de las banderas que identifican a quienes sin límites hablan y hablan de lo que saben y de lo que no. ¡El atrevimiento avasalla todo!
Las frases inundan todos los espacios con verdades, completas o medias, y mentiras. Solo hablar, aunque fuere con elocuencia, a veces peligrosa, no equivale a expresar ideas con objetivos válidos preconcebidos, tanto para el exponente como para el oyente, a veces atribulado con lo trivial.