Las cifras que tiene de manera oficial la Universidad de Caldas sobre la procedencia de quienes han ingresado al primer semestre de este año para cursar estudios médicos son preocupantes, por su significado ante la querencia de muchos caldenses de obtener un título en el Alma Mater.
La Universidad ha tenido múltiples mecanismos de ingreso a disposición de los bachilleres, inicialmente caldenses, en una época en que las regiones del Quindío y Risaralda hacían parte del departamento madre.
La institución vino a llenar un vacío en el antiguo departamento cuando los habitantes aspiraban a que sus hijos contaran con una entidad de educación superior en la región. Los aspirantes no podían desplazarse a otras ciudades, por múltiples causas, para cursar estudios de Medicina.
Hoy el ingreso está mediado fundamentalmente a través de la prueba Saber Once, diseñada y aplicada por el Icfes, a los aspirantes.
Antiguamente, la mayoría de estudiantes provenían del departamento. En 1967, la Universidad de Caldas logró, afortunadamente, el cambio de su razón jurídica al ser convertida por una ley como entidad nacional.
Este hecho y otros, entre los cuales se hallan los administrativos, le dieron apertura a la financiación, principalmente, a través del presupuesto nacional, lo que le permitió asegurar su continuidad.
Las historias universitarias, incluyendo la Escuela de Medicina, son valiosas para entender su significado en el concepto global que determina la tenencia de una entidad estatal nacional, lo que le otorga derechos y le impone obligaciones con referencia a la comunidad nacional, a diferencia de una entidad privada o el concepto de lo simplemente departamental.
Desde hace unos años se llamó la atención sobre el número de caldenses que ingresaban, los datos eran preocupantes, lo que se ratifica ahora cuando de 60 admitidos, sólo 4 caldenses han ingresado al primer semestre del 2025. Los demás son 26 nariñenses, 12 huilenses, 8 putumayenses y otros.
En una etapa los caldenses, costeños, quindianos, risaraldenses, santandereanos, bogotanos, venezolanos y uno que otro extranjero, ocupaban la mayor cantidad de sitiales en la formación impartida en la Universidad de Caldas. Lo que no sucedía en otras facultades.
La pregunta: ¿Por qué los puntajes de las pruebas aplicadas en Nariño, unos municipios debidamente identificados, son mayores que en Caldas?
Hay varias hipótesis que deben ser comprobadas: Que la educación allá es mejor que en Caldas, los nariñenses son mejores para responder las pruebas y hay que reanalizar los sucesos extraacadémicos en el sur del país. Todo es posible.
Lo que no puede suceder es que impere el silencio ante la no investigación para explicar, libre de toda duda, lo que está aconteciendo.
Ahora bien: ¿Qué debe hacerse para que haya más estudiantes caldenses? Las respuestas están en el poder decisorio autónomo de la Universidad.
Hay que recordar que una prueba no debe decidir el futuro de un estudiante con vocación, un seguimiento por cuatro meses es el ideal para lograr un cupo en estudios médicos.