Las consideraciones sobre el pasado, presente y  futuro son cuestiones que atañen a todos. Los análisis personales sobre estos tres aspectos tienen distinta connotación y los resultados implican a la existencia actual, con o sin relación a la tradición. 
En términos reales, nadie vive permanentemente en el pasado, salvo problemas de salud que lo restrinjan a la antigüedad. Igualmente, ningún ser humano vive natural y constantemente en el futuro, salvo ilusos o aquellos que se creen predestinados.
Quienes viven actualmente se deben enfrentar con realidades que, si bien inducen recuerdos y vivencias personales, ellos son solo eso, evocaciones referidas a las etapas anteriores de su vida, porque la historia tiene otras consideraciones, aunque haya estado inmerso en ella. Y, es otro asunto.  
La realidad es un hecho incontrovertible, aunque cada persona la entienda y desarrolle de distinta manera. Cuando sobreviene la unanimidad, que muchos absurdamente quieren, por encima de toda consideración de la naturaleza y de la condición del ser humano, se distorsiona la realidad terrenal y, dentro de ella, la humana. 
En todas partes, pero ahora con énfasis en Colombia, aparecen cada vez más personas que creen que todo lo saben y se comportan como precursores de la futura realidad. 
No importa la condición educativa.  Predicen todo: lo bueno, lo malo y hasta lo feo, porque esta actividad deja grandes inconformidades en lo personal y lo social.
Hay sentencias difícilmente asimilables por los demás; una es: ¡Se lo dije! Y, peor cuando enuncia tajantemente: ¡Se lo advertí! Quien las expresa se enorgullece y termina emocionado. El receptor de ellas siente al menos pérdida de la serenidad y la tranquilidad. Pero también aparecerán, con derecho propio, quienes sentirán y expresarán que les importa un bledo lo que otros manifiesten.  
Cuando se ejerce y sufre la represión, hay decenas de maneras para hacerlas realidad. Algunos la aceptan y hasta la justifican porque tienen impronta de sumisos.
La libertad y respeto de opinión, mandato de coexistencia humana y constitucional, es una prerrogativa que debe defenderse. Pero: ¿Una persona tiene derecho a opinar sobre lo que conozca y crea? Ello es libertad; pero la libertad en este aspecto no es absoluta porque en determinado momento debe partir de realidades comprobables.  
Opinar que fulanito es un ladrón, indica acción de libertad de expresión. Pero debe tener fundamento comprobable que ello es cierto, por lo que, de no ser así, cambia de opinión a aseveración, lo que es punible en caso de no ser cierto.
Aunque no es nuevo, las opiniones de algunos están dando lugar a infinidad de conjeturas que las muestran o aseveran como realidades futuras. El país ha entrado en una debacle de premoniciones basadas en infinidad de comentarios procedentes de millones de personas que buscan otro rumbo para el país, y de otros millones, cada vez menor, que pretenden preservar el rumbo del país.  
El país necesita de seriedad en sus manejos e interpretaciones de la realidad y del futuro. Para reiterar, todo colombiano tiene derecho a opinar sobre arriba, abajo, derecha o izquierda; pero no tiene derecho a establecer y contribuir con el desorden mental que está invadiendo a los ciudadanos. 
Alrededor de una opinión se enfrentan varios hechos: La libertad de quien la expresa; el objetivo de la opinión; la lesividad o no de la expresión; la necesidad o no de quien la recibe; la interpretación de lo enunciado y el derecho a la ratificación o rectificación.
Corresponde a la persona, dueña de sus honrados sentires, definir la verdad o la mentira y actuar en concordancia. El vecino no siempre tiene la razón, y él también tiene sus intereses, evidentes u ocultos.