La prioridad para los seres humanos cambia con el tiempo, con quienes le corresponde vivir y por supuesto, con el medio ambiente.

Desde antes del paso a humano, que se tomó millones de años, en la línea evolutiva, su principal problema era la alimentación, seguida por la conservación de la especie.

Hoy no están resueltos esos problemas para todos aquellos que se consideran personas, con sus características definidas, por ahora.

El ritmo acelerado de cambios insensibles dentro de la especie, aunque en lo individual y grupal especial ya se notan las modificaciones, llevará miles de años hasta un nuevo ser.

Para los colombianos también, la prioridad (?) es la conservación de la vida con sus definidas, anheladas y justas maneras de estar a través de todos los años de existencia.

Lamentablemente, ahora ese derecho no se da para todos, cuando suceden actos de violencia propiciados y ejecutados por otros seres humanos ante la pasividad de muchos y la agresión perversa de otros por motivos discutibles.

Vienen otros aspectos convertidos en derechos constitucionales que deben ser otorgados y respetados. Entre ellos se destaca la educación. Un buen motivo para muchas promesas y explicar fallidos resultados.

En Caldas, hay resultados satisfactorios en donde el hogar y varias instituciones mantienen un sistema educativo acorde a las necesidades de las personas dentro de un contexto moderno.

El Tiempo editorializó el sábado anterior bajo el título: Otra conmoción, referenciando la columna de la periodista Yolanda Reyes quien escribió bajo el epígrafe: Conmoción educativa, una buena reflexión sobre las cifras que enmarcan la educación en el país.

Los datos deben preocupar a los colombianos, ilustrados o no, porque denotan el estado crítico en el cual se encuentra el país con referencia al derecho a la educación.

La crisis, tarde o temprano llegará a la familia, incluyendo la descendencia. Desafortunadamente, hoy muchos son insensibles ante los hechos.

Todas las cifras enunciadas dejan ver el problema en el cual se hallan los ciudadanos. Sin lugar a dudas, la cifra que más impacta la constituye los 2.5 millones de jóvenes, menores de 28 años, 5% de la población total, que no estudian ni trabajan.

Increíble, en un país que esgrime la educación como un derecho fundamental. Como lo expresa el editorial, los motivos no están sobre la mesa.

Sin embargo, de soslayo se alude a la calidad, dejando de lado un problema esencial de la educación. La calidad se mide, como en salud, a través de los resultados fehacientes.

Se han anunciado muchas realidades sobre la educación y como muestra complementaria, hace unos días en La Patria, se informó sobre la poca calidad de algunos postgrados especialmente los doctorados PhD, que se ofrecen en el país y los que se realizan en el exterior.

Los datos dejan preocupaciones válidas que deben ser aclaradas de una manera nítida por las universidades y por los empleadores de los doctorados.

Ser doctor implica una responsabilidad social y no meramente una oportunidad económica.