Son tres temas que ocupan la atención de la opinión pública y están directamente relacionados. Empecemos entonces por el Catatumbo. Norte de Santander es uno de los cuatro departamentos con más de 30.000 hectáreas de coca.
El Catatumbo, con más de 27.000 hectáreas y Tibú, con más de 22.000, son la región y el municipio con mayor área sembrada y, por eso mismo, con presencia de grupos armados ilegales. Adicionalmente, limita con Venezuela y es corredor para la cocaína que sale al mundo por ese país.
En cuanto al Eln, es la última guerrilla comunista del país, con presencia histórica en el Catatumbo y 50 años de negociaciones fallidas.
Hoy es un grupo narcoterrorista binacional, que funge en Venezuela como grupo paramilitar aliado del régimen, aunque el régimen lo niegue, y en Colombia como un grupo armado ilegal, aunque insista en su condición “subversiva”.
En dos años de negociaciones con un Gobierno de izquierda, afín a la ideología que dice tener, las torpedeó con una estrategia de negociación, incumplimiento y violencia, que derivó en la suspensión de los diálogos por el ataque a la base de Puerto Rondón, supeditando su reanudación a una manifestación inequívoca de voluntad de paz que el Eln se negó a dar.
Aun así, el Gobierno insistió en los diálogos, pero la respuesta fue una guerra salvaje con las disidencias de las Farc por el control territorial para preservar sus actividades ilícitas y su condición binacional, que le permitió movilizar tropas desde Arauca, con saldo de 80 muertos y 32.000 desplazados.
Epílogo: El Gobierno suspende las negociaciones, el presidente declara que el Eln no tiene voluntad de paz y la fiscal reactiva órdenes de captura contra su delegación, anunciando que cualquiera de los 31 negociadores puede ser capturado en Colombia o en el exterior, con lo cual el proceso queda literalmente sepultado.
¿Qué tiene que ver Trump? En su discurso afirmó que los carteles serán calificados como “organizaciones terroristas extranjeras”, y una de sus órdenes ejecutivas declaró emergencia nacional para abordar el peligro de estas organizaciones que trafican drogas con violencia extrema y funcionan como entidades cuasigubernamentales en vastas regiones de sus países.
De otra parte, la demanda de cocaína en Estados Unidos sigue creciendo y Colombia provee el 90%. Por ello, frente a la orden ejecutiva que suspende la asistencia extranjera por 90 días para su evaluación, enfrentamos el riesgo de una mala calificación, pues el área sembrada aumentó 10%, hasta 253.000 hectáreas en 2023, y la producción potencial de cocaína 53%, hasta 2.664 toneladas.
Atrás queda la política de corresponsabilidad que marcó la ayuda a Colombia contra el narcotráfico, reemplazada por la seguridad nacional, los intereses políticos y la predisposición de Trump hacia un Gobierno de izquierda y aliado de dictadores.
Un cambio extremo de contexto que tendrá consecuencias.