“El Consejo Gremial Empresarial (sic) le dijo una gran mentira a los colombianos. Que había una crisis de violencia”. Ese fue el trino acusador del presidente Petro al Consejo Gremial Nacional, mientras el exministro Velásquez afirmaba que la violencia se está maximizando para desprestigiar al Gobierno.

Graves acusaciones; primero, porque el comunicado del CGN no afirma que haya una “crisis de violencia”, pero rechaza los actos de terrorismo en Cúcuta y la violencia que ha generado crisis humanitarias en Chocó y el Catatumbo.

Segundo, porque su rechazo está basado en la información de los medios. Sin embargo, el presidente lo acusa de “desinformar a la opinión pública” y hasta de falta de objetividad y seriedad.

Tercero, porque la gran mentira no está en reconocer una realidad evidente, sino en ocultarla o desestimar su gravedad ante el país.

No es cierto, como afirma el presidente, que la “violencia se mide por tasa de homicidios”, que puede haber disminuido en su Gobierno, pero la violencia no es solo una contabilidad de muertes…

Violencia es el temor de ser asaltado en una calle o extorsionado por bandas que venden seguridad en campos y ciudades; violencia es la influencia de grupos armados en 809 municipios, como denunció la Defensoría.

En Chocó, la Fuerza Pública hizo presencia en ríos y poblados, pero no pudo evitar que fuera vulnerada la libertad de movilización y, sobre todo, el derecho a vivir sin temor, porque el objetivo del paro armado es sembrar terror paralizante, el mismo que confina y desplaza a miles en el Catatumbo.

Y cuarto, porque la crisis de violencia tiene un factor común: el Eln, la razón del Gobierno para desestimarla, porque reconocer el estado terminal de las negociaciones con ese grupo criminal golpea su política de Paz Total.

Ahora bien, el problema no es solo de seguridad ciudadana, sino de seguridad nacional y soberanía territorial.

La “guerra total” de los violentos no es contra el Gobierno, sino entre ellos para controlar territorios y proteger rentas ilícitas, sometiendo a la población, instrumentalizando a Juntas de Acción Comunal, minorías étnicas y organizaciones comunitarias; capturando recursos y votos en gobiernos locales y departamentales.

Por eso la guerra del Eln contra quienes le disputan el control del corredor fronterizo oriental, la ruta de la cocaína por Venezuela, donde solo es perseguido de boquilla por su aliado, un dictador armado, asustado y expansionista; una amenaza para la soberanía nacional.

Ni qué decir de la guerra en el corredor occidental (Chocó, sur del Valle, Cauca, Nariño y Putumayo), por la minería ilegal y la coca con salida al Pacífico.

El país está acorralado y, si vamos a las causas, la crisis de violencia tiene una muy cercana: la gran mentira histórica, el asalto a la democracia y el engaño de la paz estable y duradera de Santos y las Farc. Por eso estamos como estamos.