“Ya ni en la paz de los sepulcros creo”, dijo José María Vargas Vila (1860-1933) en el entierro de Diógenes Arrieta (1847-1897), su compañero de luchas políticas, en épocas del radicalismo liberal, en la segunda mitad del siglo XIX, caracterizado por la beligerancia, el sectarismo y las guerras civiles, que fueron una constante en esa época.
Ambos, Vargas y Arrieta, eran escritores, poetas y polemistas, de verbo acerado y filoso, que, por sus arremetidas contra sus contradictores liberales, los gobiernos conservadores y el clero católico, tuvieron que autoexiliarse en Venezuela. Arrieta murió en Caracas.
Monseñor Eugenio Biffi, de origen italiano, quien fuera obispo de Cartagena y Barranquilla, alternativamente, casó al presidente Rafael Núñez Moledo (1825-1894) con doña Soledad Román, con quien el estadista había convivido mientras estuvo separado de su esposa.
El matrimonio se celebró cuando se supo que la esposa de Núñez había muerto en Panamá. Por esa gestión de Biffi, los liberales radicales lo tildaban de alcahuete.
El prelado había declarado que haría testamento para proteger sus bienes de la codicia de los liberales, lo que provocó la indignación de muchos de ellos. Al morir, cartageneros y barranquilleros disputaban su tumba.
Ante la controversia, Antonio José “Ñito” Restrepo Trujillo (1855-1933), dirigente liberal, diplomático y escritor panfletario, escribió un célebre soneto en el que expresaba: “Nobles ciudades (…) no deis malos ejemplos al país (…) coged a ese alcahuete por los pies y en el nombre de Dios tiradlo al mar”.
En ese tono, elocuente y agresivo, se ha mantenido la política colombiana, lo que ha suscitado odios irreconciliables, mientras se pregona la paz, que ni siquiera practicaban los pastores que tomaron partido a favor de los conservadores, al punto de declarar uno de ellos, que ha sido beatificado, que matar liberales no era pecado.
Otro famoso obispo colombiano, activista conservador y enemigo declarado de la madre Laura Montoya Upegui (1874-1949), canonizada por su piadosa labor humanitaria, a quien llamaba “solterona socialista”, es objeto de trámites para ser beatificado, que adelantan por firmas los copartidarios de su jurisdicción, como en la política electoral.
Ese obispo persiguió sin tregua a la madre Laura, porque les ayudaba a comunidades miserables a superarse mediante el trabajo productivo y la solidaridad, antes que dogmatizándolas con fanatismos religiosos.
Por estas calendas presencian asombrados los pueblos de todas las latitudes del mundo el espectáculo de dirigentes que juegan con la paz y el bienestar de la humanidad, con el dedo en el gatillo nuclear, desconociendo las atrocidades que registra la historia de las guerras, trascurridos apenas 80 años desde el fin de la segunda guerra mundial, que costó millones de vidas.
Gobernantes y dirigentes políticos deben trabajar por causas nobles y fomentar la solidaridad, la ayuda mutua, en vez de atizar odios. “Tender puentes en vez de levantar muros”.