Los últimos tiempos plantean la necesidad de obrar los colombianos con patriotismo y racionalidad, para erigir en 2026 un gobierno integrado por altos funcionarios, solventes intelectual y moralmente, que orienten el país hacía un futuro próspero, en el que primen el bienestar, la prosperidad, los valores intelectuales y los principios morales, por encima de la vanidad y la riqueza fácil, que parecen haberse puesto de moda en el mundo, que ahora transita por la ordinariez, el esnobismo y el consumismo. Lograr el cambio en el manejo de la administración pública es posible, si se aterriza en la decencia y en las buenas costumbres.

El discurso anterior, pronunciado desde el suelo empedrado de experiencias, además de análisis históricos, pretende orientar a los electores de futuros gobernantes y legisladores para que no se dejen seducir por mentirosos elocuentes, o comprar con fruslerías, sin pensar en que la patria que destruyen los malos gobiernos es su patrimonio y el de sus familias, y el legado que les dejarán a sus descendientes.

Así los electores piensen que falta mucho para las próximas elecciones presidenciales, hay que advertir que la corrupción y las ambiciones de nuevos actores, o de quienes aspiran a perpetuarse en el disfrute del gobierno, merodean sin descanso por los entornos del poder.

El expresidente Andrés Pastrana Arango (1998-2002) ha propuesto que se haga un acuerdo entre los movimientos de centro, ajenos a populismos de derecha e izquierda, para escoger un candidato único que todos apoyen, y así evitar que se repita la historia de buenos candidatos quemados (De la Calle, Fajardo, Gaviria, Vargas Lleras…), dispersos en los tarjetones y en los resultados electorales, que dieron paso a pésimos gobernantes. En la puerta del horno se han quemado candidatos presidenciales de altas calificaciones en capacidad ejecutiva, conocimientos (humanísticos, históricos, administrativos, etcétera), experiencia en cargos de alta responsabilidad, con óptimos resultados; y honestidad a toda prueba, para dar paso a mediocres y arribistas sin más méritos que los deseos de poder y el apoyo financiero de oscuros personajes, que de esa manera secuestran las decisiones del gobierno, para capitalizarlas a favor de sus intereses personales.

Ojalá la idea del expresidente Pastrana no se vaya a enredar en consideraciones personales, difundidas por malquerientes del personaje, que en nada mancillan su conducta y la de su familia. Circunstancias de su Gobierno, tal vez erráticas, de ninguna manera fueron mal intencionadas o inspiradas en ambiciones indebidas de riqueza, para sí o para familiares y amigos.

Colombia tiene que retomar el rumbo correcto de su destino histórico, contando con sus valores humanos, empresariales, técnicos, científicos y culturales; y apoyando a la juventud en su formación y en sus aspiraciones laborales, dignas y bien remuneradas, para evitar que el país sea un exportador de jóvenes con talento, mientras que se les da estatus de asesores del Gobierno a reconocidos criminales.