El municipio de Aranzazu acaba de realizar su XXVII Fiesta de la Cabuya, certamen que desde el año 1956 motiva a las personas oriundas de esta población que residen en diferentes ciudades de Colombia a regresar a su tierra para reencontrarse con sus amigos, visitar a sus familias y recorrer con nostalgia esas calles en donde jugaron cuando eran niños. El evento se realizó entre el 9 y el 14 de octubre. Sin embargo, desde el sábado anterior a esta fecha, los aranzacitas estaban viviendo la alegría de unas festividades propicias para el reencuentro, que permiten a propios y extraños disfrutar de una buena programación artística, cultural y deportiva, y a los comerciantes tener una pequeña bonanza por la cantidad de gente que llega al municipio durante esos días.
Nunca me había dado por escribir una columna de opinión sobre lo que vivieron los aranzacitas en unas Fiestas la Cabuya. He escrito, sí, y varias veces, sobre las festividades invitando a los hijos ausentes a que visiten su pueblo con motivo de estas tradicionales fiestas. Pero nunca lo había hecho sobre cómo fueron, destacando su programación y el buen comportamiento de la gente. He escrito, sí, y también varias veces, informes periodísticos sobre cómo transcurrieron. Solo ahora lo hago para destacar el compromiso de un grupo de personas que, liderados por el alcalde, Sebastián Merchán Zuluaga, se comprometieron a sacar adelante unas fiestas donde no se presentó un solo hecho de violencia, y donde la programación se estructuró pensando en llevar alegría a todos los aranzacitas.
Empecemos hablando de un hecho que llamó la atención: la escogencia de la reina de las fiestas. Ha sido tradición en Aranzazu que la reina anfitriona sea escogida por la Junta Organizadora y, luego, nombrada por decreto. Todos los alcaldes, hasta el año anterior, lo hicieron. Ahora, el alcalde decidió que la reina se escogería entre las niñas participantes en el reinado popular, en el que participan candidatas de los diferentes sectores. Y eso está bien. Sobre todo, porque motiva a la comunidad a apoyar a cada una de las aspirantes, esperando que la de su sector sea la elegida. Desde luego, esto despierta el compromiso de su comunidad y, por supuesto, el sentido de pertenencia. La gente sale a las calles, participa en los desfiles y vitorea a sus candidatas. Esta primera vez fue elegida Salome Grisales.
Otro punto de la programación para destacar fue la calidad de los artistas que se presentaron en la tarima de la Plaza de Bolívar. Hay que decirlo sin ambages: el alcalde se lució. Uno se pregunta: ¿Cómo hizo para conseguir la plata que cuestan los artistas que se presentaron en la noche del sábado y el domingo? Artistas de la talla de Paola Jara, Luisito Muñoz, Los de Yolombó, Hernán Gómez y orquesta La Típica RA cuestan un dineral. Aquí se comprueba que el burgomaestre es bueno para gestionar, que sabe tocar puertas y, sobre todo, que es capaz de convencer para que la gente pudiente se meta la mano al bolsillo, y colabore. Nunca en unas Fiestas de la Cabuya se habían presentado cantantes tan reconocidos.
Hablemos ahora de la tarima en la que se presentaron los artistas. ¡Qué lujo, qué sonido, qué luces! En este sentido, los organizadores de las fiestas se sobraron. Nunca en Aranzazu se había instalado una tarima de este tipo. Siempre se organizaba, en el parque, un tablado sencillo, en madera, que no permitía el lucimiento de los cantantes. En estas fiestas se contrató una tarima y un sonido que no tiene nada que envidiarle a la que se instala en Manizales para la Feria. La iluminación, los juegos de luces, las llamas y los efectos durante la presentación de los artistas son los mismos que se instalan en las ciudades donde se presentan figuras de la canción. Aranzazu se merecía esto. Las Fiestas de la Cabuya tienen ya un reconocimiento, y es mucha la gente que llega para disfrutarlas.
Finalizo esta columna hablando sobre el apoyo a los artistas locales. Es una obligación de la Alcaldía darles la oportunidad a los cantantes oriundos de Aranzazu. Sebastián Merchán lo hizo. Lástima, eso sí, programarlos en un horario donde no todo el pueblo los escucha. Pienso que artistas como Fernando Arias, Blanca Doris Gómez, Alcides Cardona, Luis Enrique Osorio, Las Canarias, Óscar Jiménez y Eugenio Restrepo, que fue una revelación, merecen presentarse en la noche, cuando hay buen público. Este privilegio no se le debe dar solo a Rogelio González. De otro lado, hay que destacar la transmisión en directo, por Telecafé, del desfile central. Los televidentes vieron en sus pantallas un pueblo con tradición cultural. El alcalde merece una felicitación. La XXVII Fiesta de la Cabuya fue un éxito.