Para Colombia el año 2024 no fue bueno. Argumentos para señalar que fue un mal año sobran. Si bien el Gobierno alardea porque la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ocde, calificó nuestra economía como la sexta mejor entre sus países miembros, esto no quiere decir que estemos en condiciones superiores a países con un ingreso per cápita superior o con un mejor Producto Interno Bruto. Nuestra calidad de vida la determina el ingreso per cápita. El de Colombia fue en el 2024 de solo 6.853 dólares, mientras Suiza registró 91.112 dólares, Corea del Sur 51.837 e Israel 42.845 dólares.
En el 2025 no vamos a vivir en un país mejor. Los indicadores económicos no determinan la calidad de vida de los colombianos. Aquí puede crecer la economía, pero se dispara la inseguridad. Los grupos armados van a continuar fortaleciéndose y la delincuencia común seguirá impidiendo la tranquilidad ciudadana. Es posible que el desempleo aumente en razón al alza en el salario mínimo, que afecta a las las empresas. Y la construcción, que es una actividad generadora de empleo, se va a afectar por la decisión del Gobierno de acabar con el programa de vivienda Mi Casa Ya. ¿Tendremos un crecimiento económico superior al del año 2024? Sería lo ideal.
Sin embargo, la incertidumbre con este Gobierno determinará que la inversión extranjera no fluya por falta de seguridad jurídica. La caída en las utilidades de Ecopetrol, por la insistencia del Gobierno en no autorizar nuevas exploraciones se verá reflejada en la merma de los recursos que le entran al país por exportaciones petroleras. A esto sumémosle la indecisión de Gustavo Petro en no reconocer el fraude de Nicolas Maduro, sabiendo que se robó las elecciones en Venezuela. El envío de un delegado a su posesión le pasará cuenta de cobro.
En el 2025 la situación política no cambiará. La polarización será mayor. Este es un año preelectoral, en el que la clase política se batirá para conservar sus prebendas y asegurarse su regreso al Congreso. En el capitolio veremos a los mismos políticos cuestionados aprobándole los proyectos a Petro, comprados por el mismo Gobierno. Y saldrán a la luz pública nuevos casos de corrupción en las entrañas del poder sin que a los implicados les pase nada, porque el presidente cuenta con una fiscal de bolsillo. Y veremos al primer mandatario viajando por el mundo de manera descarada, sin importarle la crisis fiscal del Gobierno.
Para los colombianos, el 2025 no será un año de alegrías. Es que produce tristeza ver un país donde la insurgencia hace presencia en gran parte del territorio, sin que el Gobierno nacional haga nada. No puede causar alegría ver cómo los cultivos ilícitos se incrementan por las políticas permisivas de un presidente. No puede vivir alegre una familia que mira cómo sus miembros abandonan la tierra de sus querencias en busca de oportunidades. Este año las alegrías las reservarán las familias para celebrar ganarse una lotería, la compra de una casa, el nacimiento de un niño, el grado de una hija o el matrimonio de una hermana.